No entiendo por qué está tan mal visto la emisión excesiva de palabras en la comunicación. Si hablas mucho porque hablas y si no hablas porque no hablas. Esto me recuerda un significativa frase de un poema de Neruda que dice -y cito textualmente- "me gusta cuando callas porque estás como ausente". ¡Leñe! Pues entonces no me hables, que parece que estás buscando conversación y despistas. Que yo me crezco, me emociono y ya no hay quién me pare. Y, claro, yo no llevo muy bien eso de dar media vuelta (me parezco a los Pimpinela con su "y pega la vueltaaaaaaa") y volverme con el rabo entre las piernas. ¡Y eso que no lo tengo! El rabo, digo. Piernas sí. Dos, para ser exactos.