Desde críos, soñamos con alcanzar grandes metas, convertirnos en superhéroes e, incluso, con imitar a nuestros padres en sus propias utopías. Esas quimeras fluctúan a lo largo de los años, mutándose, transformándose hasta que por fin, un día, se enciende una bombilla sobre nuestra cabeza que nos ayuda a elegir qué camino debemos seguir. Y lo escogemos.