sábado, 6 de mayo de 2017

Mi primera vez...


"Las primeras veces" son únicas, emocionantes, flamantes, irrepetibles. Son tan diferentes a todas las demás veces, tan anónimas y extrañas que, el hecho de que existan muchas más "primeras veces" detrás, amortigua de alguna manera la sensación de zozobra que nos deja saber que no recuperaremos de ningún modo la "primera vez" que acabamos de tener.
 
 
El primer hálito de vida fuera del vientre de nuestra madre, la primera sonrisa desdentada, la calma oculta que nos da el chupete, nuestros primeros pasos, nuestras primeras palabras, nuestro primer "progresa adecuadamente", nuestro primer beso, nuestro primer desamor, nuestro primer coche, nuestra primera aventura... Hay tantas primeras veces, tan diferentes entre ellas y tan irrepetibles que, si volviéramos a vivirlas otra vez, con seguridad serían tan únicas como lo fueron entonces.
 
 
Recuerdo con cariño la primera canción que marcó mi vida. Seguramente sea porque asocio la melodía a un recuerdo de entonces. Sus notas, su letra, la sensación que me produjo... Cierro los ojos y puedo ver, sentir, vivir con pasmosa claridad lo que aquellas notas hicieron en mi cuerpo, mi corazón, mi alma. Me siento como si aún estuviese ahí, en ese lugar, ese instante, ese segundo que -ahora lo sé- marcó un antes y un después en mi vida.
 
 
Recuerdo el primer beso que me dieron. También recuerdo el primer beso que di yo. La entrega, la confianza ciega, la fe, el deseo, la complicidad, el amor, las ganas (muchas), la felicidad. Recuerdo la constante necesidad de estar besuqueándome con él en cada esquina, cada rincón, cada callejón; ese insaciable apetito de lenguas, salivas y pasión; una mano por aquí, otra mano por allá, un empujón, un empellón, una sacudida, una y otra vez, una más, otra... ¡Éramos inagotables!
 
 
También recuerdo la primera vez que rompieron mi corazón por amor. Pasaba las horas gimoteando, deambulando de un lado a otro sin rumbo fijo, ahogándome en mis lágrimas, asfixiándome en una pena más grande que el Atlántico, culpándome de no haber sido suficiente para él. Aprendí entonces que el corazón se puede endurecer pero que, una vez se hace, es muy complicado lograr ablandarlo. Fue entonces cuando perdí parte de mi esencia: la que confiaba a ciegas en las personas.
 
 
Debo nombrar la primera vez que mi corazón se hizo añicos por detonación exponencial. Aún a pesar de ser apenas una niña, el Armagedón que evocó en mi familia la pérdida de mi madre fue demoledor. El Apocalipsis, la destrucción masiva, la aniquilación, el fin del mundo, la catástrofe más inhumana, las guerras de los mundos... No se pueden describir con exactitud las numerosas sensaciones que avasallaron a mi familia, a mí, con este triste desenlace. Recuerdo también la primera vez que ese dolor fue aplacándose, quizás también puede ser que nos fuésemos acostumbrando a él.
 
 
Sin embargo, no quiero hablar de todas las primeras veces que he tenido en mi vida (os aburriría, os lo aseguro) sino de la "primera vez" que voy a tener en apenas unos días. Como dije, las primeras veces siempre arrastran algo detrás: nervios, congoja, incertidumbre, vacilación, emoción, ganas, ansiedad... ¡Y así me siento yo ahora!
 
¡¡VOY A PUBLICAR MI PRIMERA NOVELA!!
 
Sí, sí. ¡Por fin voy a hacerlo! Meses de trabajo detrás, multitud de ideas fraguadas y otras tantas desechadas pero, sobre todo, muchísima ilusión. Sé que no soy la mejor escritora del mundo pero os aseguro que, en este primer libro (la primera novela de una trilogía), he puesto muchas ganas, mucha constancia, mucho empeño y muchísimas, incontables, horas tecleando en el ordenador.
 
 
Escribir un libro es como un tener un bebé a un nivel más intelectual. Los personajes, sus vivencias, los lugares que transitan, las conversaciones que mantienen, los desenlaces e incluso sus nombres forman parte de un "yo" muy profundo oculto hasta entonces a los ojos de los demás. En mi cabeza, todo toma forma de manera natural. Plasmarlo en papel me ha resultado más difícil.
 
La responsabilidad de otorgar a cada personaje un papel, una personalidad, una vida dentro de una historia y enlazarlos entre sí ha sido excepcional. Sin embargo, ahora, viendo el trabajo terminado, el resultado, no puedo evitar sentirme orgullosa de haber logrado tamaña proeza.
 
Me siento valiente y puesto que me siento así, osada, audaz, intrépida, he decidido compartir esta pequeña parte de mí -mi primer bebé- con todos vosotros. Solo espero que os guste y, aunque no fuese así, solo espero que esta parte de mí que he decidido compartir con vosotros os hable un poco más de mí. Así, podréis conocerme un poco más.
 
De momento, comparto con vosotros el booktrailer del libro:
 
 
 
Sipnosis
 
La vida de Adriana cambió para siempre con la súbita muerte de su madre cuando ella contaba solo nueve años de edad. Sintiéndose responsable de un padre completamente abatido por la muerte de su esposa y una hermana demasiado pequeña como para percatarse de lo que realmente sucedía, Adriana decidió tomar las riendas de su pequeña familia haciéndose cargo de todo.
Los Kapo son una peligrosa organización rusa muy bien estructurada que opera en España desde hace más de quince años. Prostitución, robo, extorsión, tráfico de estupefacientes, captación de miembros, inmigración ilegal, entre otras, son algunas de sus actividades criminales.
La apertura de la “Operación Kapo” supuso un duro golpe para esta mafia. Policías y fiscales iniciaron con ella una investigación sin precedentes para proceder a la detención  de su dirigente, el Mecenas, un hombre sin escrúpulos teñido de venganza que no cesará en su anhelo por consumarla.
En la vida adulta de Adriana se cruza Ángel, un hombre de fuertes convicciones, corpulento y unos ojos de color azabache que libra una ardua batalla consigo mismo entre el anhelo de retenerla a su lado y alejarla de él para protegerla. Sus vidas, sin embargo, acabarán enmarañándose de tal modo que incluso el pasado más lejano y el ajuste de cuentas de la mafia rusa acabarán decidiendo por ellos de manera inequívoca.
 
 

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