La carta que se va a publicar a continuación ha sido redactada por mí, basándome en las sensaciones y sentimientos que me provoca mi pareja actual (mi eterno amor), y con el fin de inspirar algo de esperanza a aquellas mujeres y hombres que, por vaivenes de la vida, están atravesando un mal momento.
Esta misma carta la he impreso dos veces y se la he enviado por correo postal y sin remitente a dos personas que estoy segura que la leerán con ilusión. Mi único propósito ha sido -y es- hacerles un poquito más felices. La esperanza, nace, vive y crece en nuestros corazones.
La carta dice así...
Me levanto por las mañanas y desearía que estuvieses a mi
lado, sintiendo tu piel pegada a la mía, tu olor, tu respiración,… Desearía
que, al menos por un día, ese sueño que se repite cada noche y que apenas me
deja descansar se hiciese realidad. Un sueño intenso y vivo en el que apareces
tú sonriéndome, acariciándome, amándome. ¡Parece tan real…. que podría tocarte
si realmente me atreviese a intentarlo!
Abro los ojos y, estirando el brazo, siento el lado de la cama
-que guardo anhelante para ti- frío, vacío, sin ti. Me doy cuenta de que, un
día más, todo ha sido un sueño que he inventado para mi desconsuelo. Un
desgarrador espejismo que me hace alcanzar la cima de la felicidad para luego
lanzarme cruelmente al abismo en el que vivo cada día, un abismo del que no
puedo escapar y que se me hace cada vez más insoportable.
Te añoro. No sé explicarlo de otra manera. Te extraño y mi
corazón se desbarata cada día, cada hora, cada minuto que estoy sin ti. Has
crecido tan profundamente dentro de mí que me es imposible arrancarte de mi
piel. ¡Ni si quiera me atrevo a hacerlo! Vives dentro de mí; en mi sangre, en
mis entrañas, en mi alma. Me has calado tan intensamente que mi corazón palpita
con fuerza con sólo sentir tu presencia. Es un torbellino de sensaciones que me
están volviendo loco.
Sí, estoy loco por ti. ¡Y lo cierto es que no sé cómo ha ocurrido!
Apenas te he visto unas cuantas veces y sólo una de esas veces hemos cruzado
nuestras miradas. Si cierro los ojos, revivo ese día como si fuese hoy. Aún siento
el efecto de tu sonrisa sobre mi piel recorriendo con fuerza todo mi cuerpo,
como si toda la potencia y energía de una ensordecedora tormenta me traspasara,
como si sus relámpagos y truenos explotasen dentro de mí obligándome a formar
parte de ella. Es una sensación electrizante que me zarandea profundamente.
Ejerces un poder tan intenso sobre mí que me da miedo
aceptar lo que siento. Me haces sentir fuerte y débil al mismo tiempo. Feliz y
triste. Pleno y vacío. Es un torbellino de sensaciones, un tumulto de
inquietudes, un huracán de contradicciones. Es difícil de explicar.
A veces quiero convencerme de que sería feliz siendo tu
amigo, que podría conformarme con eso, pero sé que me estoy engañando. Yo
quiero más. Quiero mucho más. Quiero ser la razón de tu felicidad. Quiero ser
el motivo de que te levantes cada día. Quiero que sueñes conmigo, que vivas
conmigo, que hagas tus sueños realidad a mi lado. Quiero formar parte de ti
como tú formas parte de mí; intensa e irrevocablemente.
Desearía… Desearía ser capaz de acercarme a ti y
confesarte todo lo que siento, pero sé que me llamarías loco. Y lo cierto es
que hasta yo empiezo a creer que lo estoy. ¿Cómo es posible sentir esto que
siento? ¿Cómo vivir con este sentimiento que me atormenta por la noche y me
atrapa por el día? ¿Cómo soñar… contigo?
No sé qué poder has ejercido sobre mí o qué hechizo has
obrado conmigo, pero se ha apoderado de mí de manera sobrecogedora. Sin ti me
falta el aire. Sin ti me falta el sol. Sin ti me falta el alimento. Te has
convertido en algo tan vital para mí, que temo perderme en la negrura de mis miedos
más siniestros.
Quisiera gritar al mundo que por fin eres mía. Me consume
no poder hacerlo. Y a pesar de saber que yo soy el culpable de no conocernos,
no puedo evitar seguir escondiéndome, inventando y soñando palabras que nunca
serán pronunciadas por mi boca, imaginando y deseando momentos que nunca se
harán realidad.
Realmente no sé por qué estoy escribiendo esto. No sé qué
puedo ganar por hacerlo. Sé que no puedo tenerte.
No sé por qué no nos hemos conocido en otras
circunstancias, con otras oportunidades. ¡Con una sola oportunidad!
¿Qué puedo ganar enviándote esta carta? ¿Y qué puedo
perder? Me siento un paso más cerca de ti, de tu presencia, de tu esencia. Y,
aunque sólo sea durante los diez minutos que has tardado en leer estas líneas,
puedo decir que has sido mía, completa y absolutamente mía.
Mía. Sólo mía. Y sé que he de conformarme con eso.
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