Siempre que recuerdo la casa donde veraneaba de pequeña, el corazón se me hincha de orgullo y emoción: hermosa, grande y realmente acogedora y familiar.
La casa, de ladrillo rojizo, y no como las de ahora que están hechas de arcilla y paja (más comúnmente conocido como pladur), contaba con más de cuatro habitaciones, dos baños, un patio enorme donde hacíamos trastadas, un corral con gallinas y un gallo, un comedor donde cabíamos las tres familias (es decir, diecisiete personas, si es que no había invitados sorpresa) y una amplísima cocina con despensa donde, tranquilamente, podíamos estar siete personas. Vamos, una señora casa.
Recuerdo que el comedor y la cocina parecían estar enfadados debido a la distancia que los separaba (en mi casa, el comedor y la cocina son uno). Y recuerdo que, cuando poníamos la mesa, lo hacíamos a conciencia porque, olvidarte de traer el pan, el agua o el cuchillo de cortar, suponía recorrer los cien metros lisos.
Recuerdo que teníamos que comer por turnos: los mayores y los niños. Y, aunque esto se asemeje mucho a la realidad del hoy, no coinciden las razones. Antes nos dividíamos por el número de comensales: éramos demasiados, además de inquietos. Ahora nos dividimos por el escaso número de metros cuadrados: somos demasiados comensales y realmente no hay mesa para comer todos juntos (básicamente, una mesa de tales dimensiones ocuparía toda nuestra vivienda).
Antes nos voceábamos para recordarnos las cosas: "Mamá, trae el paaaaaaan". Incluso había eco. En cambio, si gritamos ahora, nos cruzan la cara porque prácticamente les gritamos al oído.
Las similitudes son escasas y, en cambio, las diferencias son enormes (por no hablar de la hipoteca del antes y del ahora, que eso sí que es una diferencia a recalcar que me da la risa).
Enseñar tu casa entonces suponía dedicarle más de media hora a recorrer pasillos, habitaciones y espacios con la visita. Enseñarla ahora no te quita más de treinta segundos, pues tu casa cuenta con sólo dos habitaciones: el baño (que menos mal que es independiente) y la cocina-comedor-salón-dormitorio.
Eso sí, no todo son desventajas. Las casas de ahora se limpian en un plis y muchos tenemos la excusa perfecta para no invitar al típico acoplado: "Ay, lo siento, es que ya somos demasiados. Ya sabes, treinta metros cuadrados es lo que tiene". Y nos quedamos tan anchas, jajajajaja
Eso sí, la mayor diferencia de las casas del antes y las casas del hoy, es que nos hemos visto obligados a cambiar ciertas costumbres: Por ejemplo: ahora las tostadas nos la tenemos que comer de canto (no hay espacio suficiente para untarles la mantequilla en horizontal) y sólo nos podemos cepillar los dientes de arriba y abajo (las muelas están cruelmente sentenciadas debido a los dos metros cuadrados que ocupa nuestro baño). ¡Ah!, y no os cuento cómo hacemos en mi casa la pizza porque os da la risa.
¿A vosotros os ocurre igual? ¿También tenéis una caja de zapatos por casa? Eso sí, me apiado de todos los que están ahora en la LOGSE porque nunca conocerán conceptos tan olvidados como "mi casa es bastante amplia para como tener familia numerosa", "nosotros dormimos en habitaciones separadas" o "pase por aquí que le voy a enseñar el comedor". ¡Lástima de generaciones!
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