Dicen las malas lenguas (o las buenas, no lo sé) que el Karma es aquella energía, equilibrio cósmico, ley de causa y efecto o sinónimo de justicia que se encarga, como un fiel servidor que trabaja gratis para cada uno de nosotros (ya ves tú qué bien), de dar a cada cual lo que se merece. Una especie de boomerang justiciero, vamos.
Y siguiendo esta definición demasiado ambigua para mí (lo reconozco) debo entender que, en definitiva, el Karma es un ojo por ojo maquillado muy malamente con una energía oculta (o que nos negamos a ver, no he llegado a descubrirlo) que hace el trabajo sucio por nosotros.
Vamos, que si un día se te ocurre insultar a tu prima, el Karma te insultará a ti tarde o temprano (y eso si no te escupe antes) y cuando menos te lo esperes. Mira tú qué gracioso.
Así pues, siguiendo esta línea de pensamiento, he descubierto que siempre tienes que ser coherente contigo mismo así como sincero y, por supuesto, bueno, muy bueno, requete-bueno. Pobre si no lo eres y se te ocurre pecar... ¡No sabes por dónde te saldrá el Karma! Está en todas partes y suele manifestarse de la manera menos inesperada e inoportuna.
Yo ahora mismo estoy acojonada, lo reconozco. Miro a todas partes buscando al dichoso Karma como si se tratase de un simple mosquito, por si se le ha ocurrido venir a buscarme y vengarse de... ¡yo qué sé! ¡Vengarse de algo! Quizás tiré demasiadas veces de la cisterna o no saqué la basura anoche. ¡Quién sabe qué es lo que realmente cabrea a esa dichosa energía sañuda!
Últimamente, el Karma, el destino o las líneas de mi mano (no lo sé) se han cebado conmigo. He tenido un 2014 y un principio de 2015 que me servirían para escribir una trilogía que, como poco, sería éxito de ventas (me estoy replanteando escribirla, que conste).
Sin embargo, estos dos últimos días, la energía del Karma, su fuerza, su corriente, es... diferente. ¡Estoy de racha!
El martes, por ejemplo, compré dos velas que costaban habitualmente cuatro euros por un euro cada una. ¡Toma! ¡Me ahorré seis eurazos! Y, además, me llamaron de Iberdrola para decirme que, en concepto de finalización de contrato, me tenían que reembolsar ocho euros y pico. ¡Tomaaaaa! Sé que es poco pero imaginaros que la cosa fuese al revés: Perdería más de catorce euros.
Ayer, además, conseguí vender una mesa a muy buen precio y, además, disfruté de una maravillosa noche con mis amigos, que me besaron y abrazaron como si no hubiese un mañana (os quiero, pequeños, y lo sabéis). ¿Qué más puedo pedir?
Sé que es un abuso excesivo, lo sé, pero no he podido evitar comprar lotería del Día de la Madre. ¡Quién sabe! Quizás para entonces el Karma todavía esté de mi lado y me esté recompensando por ser la niña buena que soy. Ale, a aprovechar la racha, que nunca se sabe cuándo se te va a caer un piano de cola en la cabeza o cuándo te vas a resbalar y caer de culo en plena Gran Vía.
¿Y tú? ¿Crees en el Karma? ¿A ti también te persigue como a mí?
Aprovecha esta racha de Karma buena...
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