Frase memorable: "Deberías ser besada más a menudo y por alguien que sepa cómo hacerlo" (Lo que el viento se llevó - 1939).
Cuando leo esta frase (y lo hago bastante a menudo, la verdad), pienso: "¿Y cómo hacerlo? ¿No debería añadirse también esta incógnita a la locución para que ésta sea completa en sí misma?".
"Deberías ser besada más a menudo y por alguien que sepa cómo y cuándo hacerlo" (Lo que el amor se llevó - 2015).
"Deberías ser besada más a menudo y por alguien que sepa cómo y cuándo hacerlo" (Lo que el amor se llevó - 2015).
Cuando me formulo esta aseveración a mí misma, me pregunto: "Pilar, cariño, ¿hay alguien que haya sabido realmente cómo y cuándo besarte?".
A lo largo de mi vida, me han robado muchísimos besos que podrían calificarse en diferentes categorías:
- Besos vehementes. Son aquellos que, cuando empezaban, no había manera humana de pararlos. Estos besos se caracterizan por robarte el aliento, acelerarte el ritmo cardíaco, embarullarte, hacerte flaquear, voltearte, enardecerte, inflamarte, volverte loca, hacerte desear más... Son aquellos besos que cuando cierras los ojos sabes dónde estás pero que, cuando los abres... en fin, no tienes ni idea de dónde te encuentras, pierdes completamente el norte. La gente los conoce más por "besos pasionales" pero a mí esa descripción no me convence en demasía.
Yo he tenido un buen surtido de estos besos. Después de la... vehemencia, abría los ojos y me veía en un trastero, en la parte de atrás de un coche, en un ascensor, en una explanada, apoyada en un árbol, detrás de una columna, en un parking, en el interior de un armario... En fin, las posibilidades eran numerosas y yo... bueno, me dejaba llevar por la... vehemencia.
Era desconcertante, la verdad. Y la mayor parte de las veces incluso daba miedo. No había manera racional de dominarlos (tampoco es que quisiera, insisto). Yo, simplemente, cerraba los ojos y... sentía.
A lo largo de mi vida, me han robado muchísimos besos que podrían calificarse en diferentes categorías:
- Besos vehementes. Son aquellos que, cuando empezaban, no había manera humana de pararlos. Estos besos se caracterizan por robarte el aliento, acelerarte el ritmo cardíaco, embarullarte, hacerte flaquear, voltearte, enardecerte, inflamarte, volverte loca, hacerte desear más... Son aquellos besos que cuando cierras los ojos sabes dónde estás pero que, cuando los abres... en fin, no tienes ni idea de dónde te encuentras, pierdes completamente el norte. La gente los conoce más por "besos pasionales" pero a mí esa descripción no me convence en demasía.
Yo he tenido un buen surtido de estos besos. Después de la... vehemencia, abría los ojos y me veía en un trastero, en la parte de atrás de un coche, en un ascensor, en una explanada, apoyada en un árbol, detrás de una columna, en un parking, en el interior de un armario... En fin, las posibilidades eran numerosas y yo... bueno, me dejaba llevar por la... vehemencia.
Era desconcertante, la verdad. Y la mayor parte de las veces incluso daba miedo. No había manera racional de dominarlos (tampoco es que quisiera, insisto). Yo, simplemente, cerraba los ojos y... sentía.
- Besos exquisitos. Estos besos son bien distintos aunque también vienen cargados, aunque de algo muy distinto al arrollamiento. Estos besos vienen colmados de dulzura, ternura, cariño, "momentos". Estos besos son los que nos llenan la cabeza de recuerdos bonitos, canciones con letras en las que nos sentimos identificados, lugares que dejamos plasmados en fotografías, miradas, sonrisas, palabras,... Son los besos de la reminiscencia.
¡De estos sí que tengo una buena colección! No es que me haya hecho mil fotografías besuqueándome aquí y allá (que no), sino que los tengo memorizados tan, tan, tan dentro de mí, que es difícil olvidarlos. Alguno de ellos, pocos, todavía me hacen sonreír cuando los recuerdo. Otros, contados con los dedos de una mano, me estrangulan por dentro aún a día de hoy. Qué diferente es el "momento hoy" al "momento beso exquisito" de entonces. ¡Cuántas cosas han pasado desde entonces! ¡Y cuántos recuerdos más he coleccionado muy dentro de mí! ¡Innumerables!
- Besos benignos. Ufff. En esta categoría, se incluyen muchas versiones. Estos besos son complacientes, compasivos, afables, protectores, indulgentes, conciliadores,... A mí, personalmente, son besos que me desconciertan. Se dan en la frente, en la mejilla, incluso en la comisura de los labios y, aunque parece que van a convertirse en algo más, en ir más allá, siempre se evaporan por el camino y finalizan (antes de tiempo, me atrevería a añadir). Es un "quiero y no puedo".
Estos besos me ponen muy nerviosa. Cuando los he recibido (de la persona adecuada, claro), nunca he sabido cómo actuar. No sabía si girar un poco el rostro para dejarme atrapar por sus labios, levantar un poco el mentón para facilitarle el camino o, incluso, acariciarle la nuca o la mejilla para darle a entender que... en fin, que no quería un maldito beso cargado de intenciones, que quería besos conclusos, con final (con un gran final, me atrevería a añadir).
Sin embargo, nunca he hecho nada de eso. Ni giros de cabeza al más puro estilo contorsionista, ni descuidados levantamientos de mentón ni, claro está, caricias estudiadas. Nada. Sólo me quedaba ahí, más tiesa que un palo, aguantando la respiración como una valiente y con los pensamientos volando en otra dirección. Escuchaba el latido de mi corazón como un tambor y aguantaba el tirón, pero no hacía nada más. Él tampoco.
- Besos blandos. Estos besos se asemejan más a un beso fraternal que a un beso entre una pareja o un intento de serla. Son besos cariñosos, suaves, frescos,... normalmente acompañados de una sonrisa y unas cuantas palabras bien escogidas.
Sin embargo, nunca he hecho nada de eso. Ni giros de cabeza al más puro estilo contorsionista, ni descuidados levantamientos de mentón ni, claro está, caricias estudiadas. Nada. Sólo me quedaba ahí, más tiesa que un palo, aguantando la respiración como una valiente y con los pensamientos volando en otra dirección. Escuchaba el latido de mi corazón como un tambor y aguantaba el tirón, pero no hacía nada más. Él tampoco.
- Besos blandos. Estos besos se asemejan más a un beso fraternal que a un beso entre una pareja o un intento de serla. Son besos cariñosos, suaves, frescos,... normalmente acompañados de una sonrisa y unas cuantas palabras bien escogidas.
¿Quién no ha recibido en su vida besos blandos? ¿Y quién no los ha dado? Me niego a creer que exista alguien en el mundo que no haya recibido este tipo de besos. ¡Son los más fáciles de dar! No están cargados de intenciones, no esconden nada y no van más allá. Se dan y punto. Fin. No hay secretos escondidos tras el contacto que supone recibirlos o darlos. Es más, yo creo que son los besos que más se dan en todo el mundo.
Ahora bien, es bien sabido que hay personas (hombres y mujeres, normalmente en edad adolescente. Y no me refiero a la fecha de nacimiento reflejada en su documento de identidad sino a la mental) que utilizan este tipo de besos para sembrar lo que yo llamo... "la fluctuación". Es decir, estas personas dan estos besos que, a simple vista, parecen inocentes pero que, en el fondo, buscan un reflejo, una reacción, un destello, ¡algo! Aprovechan la pureza del significado del beso para "intentar" traspasar los límites. Normalmente, son personas que se les reconoce a leguas pero, si no eres capaz de detectarlas, te daré una pista: estas personas suelen añadir el ingrediente "contacto" a sus intenciones, ya sea visual, físico o de otra índole. Si prestas atención, ¡les pillas!
Y volviendo a la pregunta inicial que me hago a mí misma en infinidad de ocasiones ("¿Hay alguien que haya sabido realmente cómo y cuándo besarme?"), os contestaré que no. No ha habido nadie (de momento) que haya sabido realmente cómo y cuándo besarme. Porque os diré una cosa: para mí el beso, EL GRAN BESO, es una mezcla de beso vehemente, beso exquisito, beso benigno y beso blando. Y si alguna vez, que espero que llegue, alguien me besa aunando estas cuatro versiones de beso, entonces, señores, entonces sí, esa persona me habrá besado cómo y cuándo había que hacerlo. Esa persona será mi "besuqueador" particular (y no le dejaré escapar).
De momento, a día de hoy, sólo os confieso que el amor se ha llevado consigo muchos besos cargados de deseos, voluntades, promesas y, sí, para qué engañarnos, un poquito de mí. En cada beso que he dado, he entregado también un poquito de mí misma. Y aunque ha habido uno o dos besos que se han apoderado de una parte más grande de mí misma (hasta el punto de replantearme un futuro con esa otra persona. Y ¡ojo!, nunca hasta entonces lo había reconsiderado con la seriedad y la frialdad que se merecía), jamás se han llevado por completo mi esencia.
Seamos claros, pedacitos de la esencia de nuestra persona los transmitimos con cada beso que damos, pero también crecen con él. Y yo nunca, jamás, he dejado de crecer.
Y volviendo a la pregunta inicial que me hago a mí misma en infinidad de ocasiones ("¿Hay alguien que haya sabido realmente cómo y cuándo besarme?"), os contestaré que no. No ha habido nadie (de momento) que haya sabido realmente cómo y cuándo besarme. Porque os diré una cosa: para mí el beso, EL GRAN BESO, es una mezcla de beso vehemente, beso exquisito, beso benigno y beso blando. Y si alguna vez, que espero que llegue, alguien me besa aunando estas cuatro versiones de beso, entonces, señores, entonces sí, esa persona me habrá besado cómo y cuándo había que hacerlo. Esa persona será mi "besuqueador" particular (y no le dejaré escapar).
De momento, a día de hoy, sólo os confieso que el amor se ha llevado consigo muchos besos cargados de deseos, voluntades, promesas y, sí, para qué engañarnos, un poquito de mí. En cada beso que he dado, he entregado también un poquito de mí misma. Y aunque ha habido uno o dos besos que se han apoderado de una parte más grande de mí misma (hasta el punto de replantearme un futuro con esa otra persona. Y ¡ojo!, nunca hasta entonces lo había reconsiderado con la seriedad y la frialdad que se merecía), jamás se han llevado por completo mi esencia.
Seamos claros, pedacitos de la esencia de nuestra persona los transmitimos con cada beso que damos, pero también crecen con él. Y yo nunca, jamás, he dejado de crecer.
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