martes, 12 de enero de 2016

Pídeme que regrese

 
Querido diario:
 
Después de no escribirte nada a lo largo de estas semanas (primeras páginas de mi diario), me veo en la imperiosa necesidad de volver a encender el ordenador, prepararme una buena taza de café y empezar a teclear con obstinación mientras doy pequeños sorbos al oscuro líquido, con la absurda intención de infundirme ánimos. Estúpido, ¿eh?
 
Abrir mi corazón no es fácil. Abrirme, sin más, no es fácil. No estoy acostumbrada a exteriorizar mis sentimientos, a contar cómo me siento, pero supongo que, como todo esto sólo queda en papel, no debería importar cómo me sienta o el grado de temor que atenaza mi corazón. Es más, según mi amiga Clara, es pura terapia. Y sólo lo vamos a saber tú y yo, ¿no?
 
 
Se ha marchado.
 
No puedo suavizar el hecho ni decirlo de otro modo. Sin más, se ha ido. Con rapidez. En silencio. Sin mirar atrás. Sin avisar.
 
¿Y por qué? No lo sé. Ni si quiera me ha dado una explicación. Ni una carta ni un mensaje ni unas pocas palabras. Nada. Sólo su vacío, dejando un frío tan intenso que ha atravesado mi piel, metiéndose muy dentro (doy un sorbo a mi café).
 
 
Sé que es absurdo, ilógico e irracional pero necesito entenderlo, respuestas, ¡algo! Seguramente me esté engañando a mí misma y seguramente, también, lo haya hecho desde el principio. ¿Quién, en su sano juicio, se enamora de alguien a quien no conoce? ¿Quién se entrega, como yo lo he hecho, al primer hombre que la mira con esos... ojos y esa sonrisa?
 
No puedo olvidarle. No puedo dejar de pensar en él. ¿Qué me ha hecho? ¿Qué clase de embrujo es éste? ¿Cómo se ha metido tan profundamente en mi carne? ¿Es eso posible? Ha de serlo porque realmente me siento como si respirara dentro de mí, como si latiera en mi corazón, como si aún estuviera... en mí (otro sorbo).
 
 
Querido diario, ¿se puede extrañar algo que no ha sido tuyo... nunca? ¿Es eso posible? Porque, de ser así, creo que estoy perdida... y con un problema.
 
A ver, hemos tenido unas semanas fantásticas de sexo, nos hemos reído muchísimo y, cuando estábamos solos, siempre estaba pendiente de mí; obviaba las llamadas en su móvil, los mensajes y cualquier distracción. Sólo éramos él y yo. ¿Entonces? ¿Acaso he hecho algo mal? ¿Acaso mi "tiempo" se había agotado? Si lo pienso con detenimiento, me siento como en la película Dulce Noviembre, en la que una persona del sexo opuesto me dedica un mes entero única y exclusivamente a mí con la condición de dejar cualquier entretenimiento a un lado. Absurdo, ¿no? (sorbo)
 
 
He estado ciega, completa e irrefutablemente ciega. Sus besos, sus caricias, su forma de mirarme... Todo era mentira. ¿Quién, en su sano juicio, ama de esa manera y luego se marcha sin más? ¿Quién es tan cruel para llevar acabo una hazaña así? Sí, he estado ciega, totalmente.
 
¿Y ahora? ¿Qué debería hacer? ¿Conocer otros hombres? ¿Besar otras bocas? ¿Dejarme acariciar por otras manos? ¿Puedo? ¿Sería capaz? ¿Es posible? (sorbo de café)
 
 
Todo está difuminado, disperso, confuso. Ni si quiera sé qué ha ocurrido realmente. Incluso creo habérmelo inventado todo. Me despierto entre sudor y lágrimas, con las sábanas enredadas a un lado y el corazón latiéndome a mil. ¿Es eso posible? ¿Todo es una invención?
 
Oh, querido diario, ¿qué debería hacer? ¿Qué decisiones debería tomar? ¿Debería hacer caso a Clara y olvidarle? ¿Debería borrar cualquier recuerdo que tuviese de él? ¿Y si vuelve? ¿Y si regresa a mí? ¿Qué debería hacer entonces?
 
Estoy confundida, azorada. Quizás escribir más a menudo me haga bien. Quizás me libere de la tensión que me aprisiona por dentro. Puede que me desahogue. Sí, ese será mi propósito. Escribir... y olvidarle, olvidarle para siempre (doy el último sorbo al café).
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario