martes, 23 de febrero de 2016

Nos queda una conversación pendiente por culpa del whatsapp

 
¿Cuántos de vosotros habéis tenido una conversación a través de las redes sociales que no habéis tenido nunca cara a cara con esa misma persona y que, incluso, no os atreveríais a tener? ¿Cuántos de vosotros, por culpa de estas nuevas redes sociales, no habéis tenido ciertas conversaciones que eran necesarias, que aún hoy lo son pero aún así no tenéis? ¿Cuántos de vosotros tenéis, simplemente, conversaciones pendientes?
 
Os animo a tenerlas. Ahora. Ya. De inmediato. Os animo a llamar a esa persona, quedar con ella y conversar. Os empujo a ello. Os incito, incluso. ¿De qué tenéis miedo? ¿Por qué no lo hacéis? ¿Por qué no vais y... habláis?
 
 
Yo os diré porqué. Os escondéis detrás de las redes sociales. Os escondéis detrás de una mala o buena interpretación de un mensaje que enviáis difuso adrede. Os escondéis detrás del miedo, detrás de la vergüenza, detrás de la inseguridad. Os escondéis, simplemente. ¿Y para qué? Para no tener que obligaros a ser sinceros. Para no exponeros. Para no dejar que os conozcan... y no conocer tampoco. Para no ser vosotros mismos.
 
 
Hace muy poco me dijeron: "Esta conversación ha cambiado mi vida". Estoy segura de que no fue por la parrafada que le solté mientras charlábamos, sino porque me mostré empática con esa persona, me sinceré con ella, le infundí los ánimos que sabía necesitaba y, además, hice todo eso mirándola a los ojos. ¡Yo! ¡Mirando a los ojos a una persona! ¿Increíble, eh?
 
Sí, señores, tenemos conversaciones pendientes; conversaciones que pueden cambiar la perspectiva de nuestras vidas; conversaciones que puedan hacer girar nuestro universo; conversaciones que pueden liquidar un pasado obsoleto e inaugurar un futuro lleno de nuevas oportunidades; conversaciones que pueden descubrirnos la vida; conversaciones que pueden hacernos sonreír; conversaciones que tienen el poder de devolvernos la sonrisa; conversaciones que lo son todo aunque parezcan nada.
 
Señores, tenemos conversaciones pendientes que debemos llevar a cabo porque no esperan, tienen los minutos contados y necesitan ser habladas. Tenemos conversaciones pendientes que nos llaman a gritos, nos suplican, nos aclaman, nos imploran. ¿Las vamos a dejar ahí?
 
 
¡Basta ya! La realidad de expresar tus sentimientos a través de un emoticono está lapidando la verdadera emoción de sentirlo en tu propio cuerpo: reír, sonreír, guiñar un ojo, besar, sorprenderte, mostrarte sarcástico, entristecerte, ponerte nervioso, llorar, alucinar, enfadarte, suspirar, callar,... ¿Acaso estamos renunciando a la piel de gallina, saltarnos un latido y que nos tiemblen las piernas? ¿Estamos dejando atrás los besos de verdad, los abrazos y las caricias? ¿Seremos capaces de abandonar la capacidad de estirar los músculos para reír a carcajadas? No, señores, ¡me niego! ¡Yo no quiero! Me niego a verme obligada a expresar lo que siento a través de máquinas infernales. Me niego a renunciar a la vida, a sentirla y a vivirla. Me niego a dejar que las redes sociales decidan por mí.
 
Sí, tengo conversaciones pendientes. Yo también las tengo y, quizás, algunas demasiado aplazadas pero ¿sabéis qué? Voy a tenerlas. Voy a llevarlas a cabo. Me niego a que la otra persona interprete lo que quiera. Me niego a que la otra persona me imagine frunciendo el ceño, con el rostro pensativo o con la mirada perdida cuando la realidad puede ser bien distinta. Me niego a que la otra persona deduzca erróneamente, sin más. ¡Me niego!
 
Ahora mismo, voy a llamar a esas personas y voy a tener esas conversaciones pendientes.
 
Adiós whatsapp, adiós Facebook, adiós twitter, adiós redes sociales. ¡HOLA VIDA!
 
 

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