Yo soy muy de azules: la ropa, el pintauñas, un inmenso océano en el que perderme, el cielo de verano, la ropa interior... Si por mí fuera, hasta las lentejas estarían teñidas de este alucinante color. ¡Incluso mi perro estaría coloreado de color azul! (prácticamente lo es pues se caracteriza por ser un cocker spaniel azul-ruano). ¿Pero los príncipes? Si en el siglo XVII se decía en Francia que el azul era un color maravilloso, de ahí el apelativo que se le puso a estos rescatadores de damas en apuros, yo reivindico que en el siglo XXI en España los príncipes sean de color verde. ¡No, rojo! ¡No, rosa! ¡Morado! ¡Amarillo! Ay, no sé... ¿Con purpurina? Ufff, ¿multicolores y llenos de brillantina y luces de neón? Así podríamos distinguirlos... Mira, ¡yo qué sé! Me conformo con que sean HOMBRES (en mayúsculas).
Estatus reales, rescates con dragones, conjuros y maleficios, besos a ranas y sapos... Si contabilizara los anfibios que he besado a lo largo de mi vida, debería haberme casado al menos cuatro veces. ¡Cuatro! Ojo, que se dice pronto pero preparar cuatro bodas... ¡Uff! Invitaciones, mantelerías, primeros y segundos, tartas, flores, vestidos, zapatos, invitados, viajes de novios... ¡Menuda tarea! No, no, me niego.
¿Por qué debemos aceptar que los príncipes azules existen? ¿Y por qué nosotras debemos ansiar tener uno? ¿Por qué esperarles? ¡Ni que fueran... imprescindibles!
Cuenta la leyenda, que Blancanieves, La bella durmiente y Cenicienta, entre otras princesas también conocidas, con el paso de los años, se convirtieron en mujeres de su casa con cuatro o cinco retoños bajo el brazo a los que cuidar y alimentar y con un hombretón a su lado al que atender siempre que regresase a casa después de... no sé, después de organizar sus reinos, supongo. El cuento es muy bonito pero ¿qué hay después del "vivieron felices y comieron perdices"? (Véase la foto de arriba)
Desde bien pequeñitas, nos llenan la cabeza de historias infundadas basadas en amores increíbles, repletas de hazañas prácticamente imposibles llevadas a cabo por galanes de buen porte donde logran conseguir sueños casi inalcanzables y donde todo es fantástico y maravilloso (más fantástico que maravilloso, la verdad). ¿Y para qué? Para desear poner en nuestras vidas un príncipe que nos alegre la vida como si se tratara de un simple peón en un tablero. ¡No! ¡Error!
¿Quién no se ha enamorado alguna vez? ¿Quién no ha sufrido por amor? ¿Quién no se ha decepcionado después? El problema que tiene nuestra generación (bueno, unas cuantas generaciones anteriores y las que vendrán), es que confiamos a ciegas en el amor. ¡Y eso es un error! El amor es maravilloso, increíble y poderoso pero hay que cuidarlo, atenderlo y mimarlo, y en ambas direcciones. No podemos esperar más del otro de lo que nosotros mismos damos, igual que no podemos dar más de lo que ese amor merece en ese momento.
A lo largo de mi vida, he vivido en mis propias carnes el amor más puro, transparente y sincero así como el amor más pasional, irracional e impulsivo que puedas imaginar. En ambos casos, el amor era amor pero uno lo cuidé más que el otro por lo que representaba para mí, por lo que me hacía sentir, por la persona que era cuando estaba con él (suena a tópico pero era así).
No nos equivoquemos. Hay amores que marcan nuestras vidas para siempre, las señalan con rotulador indeleble y nos cambian. ¿Pero esperar más de ellos? ¿Ir más allá de los sentimientos que hubo una vez? Conozco personas que han luchado durante meses, ¡años!, por amores del pasado creyendo, engañándose a si mismas, que esas personas de las que se enamoraron una vez regresarían tarde o temprano sin cambios ni modificaciones y sin taras. ¿Y entonces qué? ¿Todo volvería a ser como antes? ¿Todo regresaría a la normalidad? ¡Si lo dejasteis! ¿Acaso eso no te dice algo? ¿Volver a lo de antes? ¿Es eso lo que quieres? ¿En serio? Porque de ser así, ¿por qué lo dejasteis entonces? Existen los milagros pero yo no creo en ellos.
Es difícil tomar decisiones en las que los sentimientos están involucrados. Es difícil decir adiós a una parte importante de nuestras vidas y dejar a nuevas partes que se rellenen de nuevos y buenos recuerdos. ¡Joder!, yo misma he vivido situaciones complicadas con decisiones aún más complicadas que tomar. ¿Y soy feliz ahora? Sí. ¿Lo hubiese hecho de otro modo? No.
Yo me miro al espejo a diario y no lo hago por ser ególatra, en absoluto, sino que lo hago para analizarme desde dentro, con la mirada, con el corazón, para verme a mí. ¿Y sabéis qué? Que me gusta lo que veo, ¡muchísimo! ¡Me encanta! Me gusta cómo soy y estoy orgullosa de ser así. Y lo soy porque YO decidí ser así. Me han hecho daño, como a todos, pero he aceptado ese dolor, he aprendido y he madurado. Sufrí y decidí ser mejor persona. Lloré y decidí tener más cuidado la próxima vez. Me entristecí y decidí caminar, arriesgar, soñar, VIVIR otra vez.
No tengo prisa por vivir nuevas experiencias; ellas llegarán solas. No tengo prisa por enamorarme otra vez (uff, me da hasta pereza). No tengo prisa por saber qué me depara mi futuro. Simplemente, vivo el hoy, disfruto, bailo, salto, correteo, brinco, grito, río, canturreo (provoco sordera aguda a mis vecinos, más bien) y vivo. Sobre todo, vivo. Porque VIVIR parece fácil pero no lo es.
Si esa persona que te gusta, te atrae, te llama la atención no ha sido capaz de ver un diez por ciento de lo que ves tú cuando te miras al espejo, no te merece. O quizás no sea "la persona". Piénsalo.
¿Príncipe azul? Bueno, os mentiría si os dijese que no sueño con que aparezca un morenazo en mi vida que sea capaz de robarme el aliento y haga temblar mis canillas, pero sí os aseguro que no será ni azul ni verde ni morado (madre mía, solo con imaginarme un Shrek en mi vida me pongo a temblar). Simplemente, será un hombre que me respete, sea sincero, fiel, transparente y, sobre todo, que me haga reír. Porque la vida son dos días y si no nos reímos con ella, ¿qué podemos esperar entonces?
Ejem, ejem (carraspeo), esto... tengo que irme porque... En fin, que yo... ¡Qué narices! Que han venido a buscarme un par de amigos de los de arriba y voy a pasármelo bien (sobre todo con el del medio de arriba, jajajaja. Vale, se me pira la pinza).
Mujeres del mundo, todas SOIS UNAS PRINCESAS. No querráis vivir deprisa. No querráis tampoco adelantar acontecimientos. No querráis vivir el pasado-mañana antes del hoy. Disfrutad, soñad, reid porque si tiene que llegar, LLEGARÁ.
Y si vais a ir de "caza", recordad: LA BATIDA ES LO MÁS DIVERTIDO.
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