lunes, 29 de agosto de 2016

Cómo saber si tienes mal de ojo

 
Que conste que, cuando hablo de mal de ojo, no me refiero a cataratas; mucho menos a las del Niágara. Cuando hablo de mal de ojo, me refiero a ese maleficio, magia negra y/o poder sobrenatural capaz de conseguir contra natura, aun existiendo una sola remota probabilidad entre un billón de ellas, que lo que sea, cualquier cosa, por insignificante que sea, te salga terriblemente mal, aparentemente de motu proprio y con risas sarcásticas de fondo para multiplicar el daño infringido a tu dignidad; que si la destrucción no es completa, no tiene gracia.
 
Si tu dedo meñique ha tropezado sin querer con la pata de la cama cuando te has levantado esta mañana, si has espolvoreado por descuido la encimera de la cocina con granos de café y si, al meterte en la ducha, te has abrasado el cuerpo con los 75º que marcaban la temperatura del agua, en una secuencia de incidentes mañaneros, en apenas unos minutos y sin haber salido aún de tu casa, entonces estás ante un grave caso de mal de ojo; o torpezus máximus, que también puede ser, que esto no es una ciencia exacta.
 
 
"¿Por qué yo?" te preguntarás. "¿Y por qué la vía láctea se llama así si no transporta leche?" me pregunto yo.
 
En fin, obviaré mis grandes dudas de la humanidad y me centraré en el tema de hoy, que por eso estás leyendo esto.
 
¿Por qué tú? Bueno, está claro que a alguien no le caes demasiado bien o que has hecho o dicho algo, ya sea consciente o inconsciente, que a esa persona no le ha hecho ni pizca de gracia. Alguien con poder, claro, que cualquiera no puede echar mal de ojo. O alguien con un cabreo encima de tres pares de narices, que está demostrado que la ira tiene un tremendo potencial.
 
"¿Pero qué he hecho yo para merecer esto?" te preguntarás. También se hizo esa pregunta Almodóvar en los ochenta, no te creas. ¿Qué qué has hecho? Nada, seguramente. Vivir. Tomar decisiones. Cagarla de vez en cuando y no caer bien a todo el mundo. Vamos, lo que viene siendo normal en la vida de un humano corriente y moliente.
 
"¿Qué puedo hacer para quitármelo?". Imagino que te refieres al mal de ojo y no al ojo en sí, porque eso sería muy de Tarantino. ¿Cómo eliminar el mal de ojo? Hay muchísimas teorías de cómo poder quitarte un mal de ojo infringido por un aojador (persona que está desequilibrando tu existencia con oscuros sortilegios).
 
 
En primer lugar, tenemos que saber si realmente te han echado un mal de ojo o si eres un torpe sin remedio. Para ello, coge un vaso y llénalo de agua a la mitad. Después, vierte un poco de aceite e introduce unos pocos cabellos tuyos en él. Si el aceite ha bajado al fondo del vaso, encomiéndate a la Virgen del Gran Poder, a Santa Rita o a San Antonio de Padua porque estás jodido. Si el aceite se ha mantenido a flote, también puedes rezar porque tienes que ser muy desastre para que te hayan pasado tantas cosas malas en tan poco espacio de tiempo.
 
 
¿Cómo eliminar el mal de ojo? Es muy sencillo. Yo soy partidaria del "remedio del huevo". Es rápido, barato y eficaz. Primero, tienes que encontrar un lugar tranquilo, sin ruido y en el que te sientas a gusto. Una vez allí, te desnudas completamente (ojo con los vecinos mirones) y te sientas en el suelo con el bol de agua frente a ti. Coges el huevo y, como si se tratase de lo que más quieres en este mundo, te lo restriegas por todo el cuerpo con delicadeza (sin romperlo, vamos), sobre todo en la zona del corazón, la cabeza y el estómago, que son las partes más sensibles a este tipo de embrujos. Una vez realizado este paso, lo cascas y lo abres entero en el bol con agua. Si el huevo presenta manchas negras o verdes, tienes que repetir la operación hasta que salga completamente normal; que será cuando habrás eliminado el maleficio.
 
¡Y voilà! Estás limpio. Del maleficio, digo. De agua y gel, lo supongo.
 
 
Solo me quedan añadir tres consejos básicos de supervivencia:
 
- Si has leído este artículo es porque crees en este tipo de encantamientos. Si sabes algo que no sepamos, por favor, compártelo con nosotros. En tus manos está evitar la expansión masiva de tuertos por el mundo, digo de embrujados.
 
- Si no te han echado un mal de ojo y, simplemente, eres un torpe, ¡ánimo! La vida no se acaba en las patas de la cama ni en los gatos negros ni en las escaleras... La vida sigue su curso. Acompáñala. Eso sí, presta atención y sé cauteloso. No te fíes ni de tu sombra (mira a Peter Pan qué le pasó).
 
- Si te han echado un mal de ojo una vez, pueden hacerlo dos y tres, las veces que se les antoje. Intenta averiguar quién es el autor y pídele perdón, por lo que más quieras, por tu vida (y nunca mejor dicho). Y consigue un amuleto, por Dios. Puede salvarte el día.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario