Al hablar de transferencia, hay personas que automáticamente piensan en la fluorescencia y esa emisión de luz tan peculiar; yo a eso lo llamo dislexia. Otros, no obstante, vuelcan el significado de su propia lectura personal evocando la transparencia de mil formas distintas en un millón de cuerpos; depravación. Algunos más ambiciosos, proyectan la palabra "transferencia" en movimientos de dinero de una cuenta bancaria a otra. Si es la suya, mejor; optimismo.
Sin embargo, cuando hablo de transferencia, yo me refiero a conexión, causa y efecto, un resultado, el desenlace, un fruto, una derivación, la consecuencia, un fin y un principio, un impulso, una razón, un motivo, una excusa, un cambio, el renacimiento, la evolución.
Creo firmemente en el efecto que producen las personas que pasan por nuestras vidas. Del mismo modo, creo con total convicción que esa huella a cada uno nos afecta de una manera distinta y que, incluso, la sacamos el jugo por un medio distinto.
No importa el qué ni el cuándo ni el quién ni el dónde ni el por qué. Solo importa el CÓMO. ¿Cómo voy a dejar que esa persona influya en mi vida? ¿Cómo voy a evolucionar con lo que he aprendido con esa otra persona? ¿Cómo voy a tomármelo? ¿Cómo puedo aplicarlo en mi día a día? ¿Cómo puedo crecer?
Cuando somos jóvenes, creemos que lo sabemos todo y que, por el contrario, nuestros padres son los que no saben nada (nuestros padres y cualquier adulto que se precie, por supuesto). Nos envalentonamos con nuestras insulsas convicciones y, por si fuera poco, intentamos convencer a los demás que nuestra ley es la única válida en toda la extensión del Universo. Nada más lejos de la verdad.
Recuerdo la primera vez que una amiga me defraudó. El mundo pareció derrumbarse a mi alrededor. La comida no tenía sabor. La música no tenía melodía. Los colores no tenían brillo. ¡Nada tenía sentido! Mi amiga, aquella por la que lo hubiese dado todo, me había fallado. Mi amiga, mi confidente, mi otro yo, mi todo. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sucedido? ¿Cómo había dejado que pasara? Y lo más importante, ¿cómo debía tomármelo yo?
Con los años aprendí que todos somos humanos, incluso ella -e incluso yo- y que, lo sucedió entonces, se pudo haber solucionado de manera más racional si ambas nos hubiésemos sentado a hablar, a explicar cómo nos sentíamos, a decirnos los porqués, a sincerarnos.
Yo no cambié mi forma de ser. Tampoco me convertí en una mujer cruel y despiadada e incluso desconfiada con mis nuevas amistades. Al revés, aprendí a vocalizar mis sentimientos, a expresarlos, a ser sincera, a decir qué pensaba con según con quién. Las personas que realmente importan en nuestras vidas son las que saben escuchar, pero también las que hablan y se expresan, las que no tienen miedo de decir cómo se sienten.
No os voy a explicar lo que es para una adolescente que su primer amor la deje. Es una hecatombe en su máxima potencia. Creemos (nos convencemos) que a raíz de esa pérdida el mundo no tiene sentido, no merece la pena respirar, por qué seguir viviendo, por qué avanzar, por qué continuar... Bla, bla, bla... ¡Pamplinas! Un desamor es tan fuerte como un diamante. Dependiendo de cómo lo trates, así será su resultado. Ojo, hay que ser empático en una situación así. Cualquier palabra, gesto, reacción puede ser utilizado en tu contra. Nada de "ya verás cómo el tiempo lo cura todo" o "él no sabe lo que se pierde" o "ya encontrarás a alguien mejor". Esas cosas no funcionan, decepcionan. En una ruptura de este calibre, solo necesitamos cariño, un abrazo amigo y hablar, vomitar palabras hasta quedarnos afónicas.
¿Cómo nos afecta? Bueno, aunque la madurez influye, es importante hacernos razonar, no con múltiples ventanas que puedan abrirse ante nuestros ojos como nuevas e interesantes sino como qué ha aportado ese niño/adolescente/hombre en nuestra vida y qué hemos aprendido de él y del noviazgo que hemos compartido juntos. Las relaciones (familiares, amistosas y de pareja) nos ayudan a crecer humanamente. Solo debemos enfocarlas como es debido.
Por ejemplo, yo conozco personas que después de la ruptura con el supuesto "amor de su vida", se han vuelto unas hipócritas. Se acuestan con personas que mantienen otra relación (la tercera en discordia es mi persona conocida), se fustigan infravalorando a voz en grito a las personas del sexo atrayente e incluso insultan, maltratan y, destrozan las vidas de las que antes lo eran todo para mis personas conocidas. ¿Qué ganamos con esto? ¿Qué huella pretendemos dejar? ¿Qué queremos demostrar?
Los animales también nos hacen transferencias. Son seres incondicionalmente fieles que nos lo dan todo por nada. Ellos nos enseñan el verdadero significado de la nobleza, la verdad que esconde la palabra "amistad" y una razón por la cual creer en la fidelidad. Ellos son la pureza máxima. Podemos aprenderlo todo de ellos. ¡Son profesores a medida!
Yo, por mi parte, quisiera creer que también he hecho mis pequeñas transferencias a todo aquel que me ha conocido y que ha pasado por mi vida. No por orgullo o altanería propios (no hablamos de medallas) sino porque me considero una persona racional que sabe ayudar, escuchar y hablar de sí misma sin necesidad de cambiar para ello, sin necesidad de volverme más cruel o peor persona de lo que era antes. Muy por el contrario, cuando alguien me hace una transferencia, me vuelvo mejor persona. ¡Es curioso cómo alguien que me ha hecho daño me convierte en alguien más fuerte, más segura y más vivaz! ¡Chúpate esa!
Creo, sé, que las personas que han sido y son verdaderamente importantes en mi vida se han llevado un pedacito de mí, una pequeña porción de mi persona que contradictoriamente me ha hecho más grande a mí, incluso las que me hicieron daño. Y señoras y señores, cuando alguien se lleva un pedacito de ti y eso te hace más grande, más importante, más humana, más todo, hemos recibido una transferencia positiva.
No dejéis que lo negativo os haga daño. No dejéis que lo malo deje huella en vuestra alma y en vuestra piel y os cambie para mal. No os dejéis vencer. Lo negativo es lo que más puede enseñarnos. Lo malo es de lo que más vamos a aprender. Abrid los ojos, escuchad, pensad y aprended. C'est la vie!
Sin embargo, cuando hablo de transferencia, yo me refiero a conexión, causa y efecto, un resultado, el desenlace, un fruto, una derivación, la consecuencia, un fin y un principio, un impulso, una razón, un motivo, una excusa, un cambio, el renacimiento, la evolución.
Creo firmemente en el efecto que producen las personas que pasan por nuestras vidas. Del mismo modo, creo con total convicción que esa huella a cada uno nos afecta de una manera distinta y que, incluso, la sacamos el jugo por un medio distinto.
No importa el qué ni el cuándo ni el quién ni el dónde ni el por qué. Solo importa el CÓMO. ¿Cómo voy a dejar que esa persona influya en mi vida? ¿Cómo voy a evolucionar con lo que he aprendido con esa otra persona? ¿Cómo voy a tomármelo? ¿Cómo puedo aplicarlo en mi día a día? ¿Cómo puedo crecer?
Cuando somos jóvenes, creemos que lo sabemos todo y que, por el contrario, nuestros padres son los que no saben nada (nuestros padres y cualquier adulto que se precie, por supuesto). Nos envalentonamos con nuestras insulsas convicciones y, por si fuera poco, intentamos convencer a los demás que nuestra ley es la única válida en toda la extensión del Universo. Nada más lejos de la verdad.
Recuerdo la primera vez que una amiga me defraudó. El mundo pareció derrumbarse a mi alrededor. La comida no tenía sabor. La música no tenía melodía. Los colores no tenían brillo. ¡Nada tenía sentido! Mi amiga, aquella por la que lo hubiese dado todo, me había fallado. Mi amiga, mi confidente, mi otro yo, mi todo. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sucedido? ¿Cómo había dejado que pasara? Y lo más importante, ¿cómo debía tomármelo yo?
Con los años aprendí que todos somos humanos, incluso ella -e incluso yo- y que, lo sucedió entonces, se pudo haber solucionado de manera más racional si ambas nos hubiésemos sentado a hablar, a explicar cómo nos sentíamos, a decirnos los porqués, a sincerarnos.
Yo no cambié mi forma de ser. Tampoco me convertí en una mujer cruel y despiadada e incluso desconfiada con mis nuevas amistades. Al revés, aprendí a vocalizar mis sentimientos, a expresarlos, a ser sincera, a decir qué pensaba con según con quién. Las personas que realmente importan en nuestras vidas son las que saben escuchar, pero también las que hablan y se expresan, las que no tienen miedo de decir cómo se sienten.
No os voy a explicar lo que es para una adolescente que su primer amor la deje. Es una hecatombe en su máxima potencia. Creemos (nos convencemos) que a raíz de esa pérdida el mundo no tiene sentido, no merece la pena respirar, por qué seguir viviendo, por qué avanzar, por qué continuar... Bla, bla, bla... ¡Pamplinas! Un desamor es tan fuerte como un diamante. Dependiendo de cómo lo trates, así será su resultado. Ojo, hay que ser empático en una situación así. Cualquier palabra, gesto, reacción puede ser utilizado en tu contra. Nada de "ya verás cómo el tiempo lo cura todo" o "él no sabe lo que se pierde" o "ya encontrarás a alguien mejor". Esas cosas no funcionan, decepcionan. En una ruptura de este calibre, solo necesitamos cariño, un abrazo amigo y hablar, vomitar palabras hasta quedarnos afónicas.
¿Cómo nos afecta? Bueno, aunque la madurez influye, es importante hacernos razonar, no con múltiples ventanas que puedan abrirse ante nuestros ojos como nuevas e interesantes sino como qué ha aportado ese niño/adolescente/hombre en nuestra vida y qué hemos aprendido de él y del noviazgo que hemos compartido juntos. Las relaciones (familiares, amistosas y de pareja) nos ayudan a crecer humanamente. Solo debemos enfocarlas como es debido.
Por ejemplo, yo conozco personas que después de la ruptura con el supuesto "amor de su vida", se han vuelto unas hipócritas. Se acuestan con personas que mantienen otra relación (la tercera en discordia es mi persona conocida), se fustigan infravalorando a voz en grito a las personas del sexo atrayente e incluso insultan, maltratan y, destrozan las vidas de las que antes lo eran todo para mis personas conocidas. ¿Qué ganamos con esto? ¿Qué huella pretendemos dejar? ¿Qué queremos demostrar?
Los animales también nos hacen transferencias. Son seres incondicionalmente fieles que nos lo dan todo por nada. Ellos nos enseñan el verdadero significado de la nobleza, la verdad que esconde la palabra "amistad" y una razón por la cual creer en la fidelidad. Ellos son la pureza máxima. Podemos aprenderlo todo de ellos. ¡Son profesores a medida!
Yo, por mi parte, quisiera creer que también he hecho mis pequeñas transferencias a todo aquel que me ha conocido y que ha pasado por mi vida. No por orgullo o altanería propios (no hablamos de medallas) sino porque me considero una persona racional que sabe ayudar, escuchar y hablar de sí misma sin necesidad de cambiar para ello, sin necesidad de volverme más cruel o peor persona de lo que era antes. Muy por el contrario, cuando alguien me hace una transferencia, me vuelvo mejor persona. ¡Es curioso cómo alguien que me ha hecho daño me convierte en alguien más fuerte, más segura y más vivaz! ¡Chúpate esa!
Creo, sé, que las personas que han sido y son verdaderamente importantes en mi vida se han llevado un pedacito de mí, una pequeña porción de mi persona que contradictoriamente me ha hecho más grande a mí, incluso las que me hicieron daño. Y señoras y señores, cuando alguien se lleva un pedacito de ti y eso te hace más grande, más importante, más humana, más todo, hemos recibido una transferencia positiva.
No dejéis que lo negativo os haga daño. No dejéis que lo malo deje huella en vuestra alma y en vuestra piel y os cambie para mal. No os dejéis vencer. Lo negativo es lo que más puede enseñarnos. Lo malo es de lo que más vamos a aprender. Abrid los ojos, escuchad, pensad y aprended. C'est la vie!
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