jueves, 30 de agosto de 2018

Adicciones

 
No voy a explicar qué es una adicción porque todos sabemos qué es y perderíamos tiempo en connotaciones innecesarias. Alcohol, drogas, nicotina, apuestas, compras compulsivas, móvil, sexo, culto al cuerpo, videojuegos, cafeína e, incluso, personas. No importa qué nombre lleve el espinazo de la dependencia, el "cuelgue" es el mismo.

Los expertos dicen que, para llegar a la recuperación de un problema, lo primero es reconocer que lo tienes; el problema, digo. Y da igual el tipo de problema que sea; si se tiene, se debe (tiene) que resolver. Los humanos no estamos hechos para evolucionar de manera favorable cogidos de la mano de nuestros problemas o, lo que es peor, con ellos sobre nuestra espalda. Hablando mal y pronto: nos joderían vivos. ¿Entonces? ¿Cómo proceder? ¿Qué hacer?

Fácil: busca un mentor. Sí, como lees. Busca un mentor, un guía, un maestro que te (re)eduque y que te oriente, uno que empatice contigo y que al mismo tiempo sea misericordioso. Uno en el que puedas confiar y al que estás dispuesto a confesar tu mayor secreto; porque no olvidemos que una adicción se mantiene en la oscuridad, se oculta, avergüenza al adepto y, lo que es peor, se niega ante los demás.

El mentor debe tener paciencia y ha de guiar al adicto con mano suave y firme al mismo tiempo. Debe actuar como segunda conciencia y ha de comprender que, a pesar de que todos somos imperfectos, algunas debilidades deben erradicarse si se abusan de ellas, como una adicción, y eso ha de tenerlo muy claro.

 
Ya tenemos un plan pero todavía no hemos establecido las estrategias, las maniobras que usaremos para enfrentar nuestro problema. Antes de nada, es conveniente personificar la adicción y hablarla como si pudiese escucharnos y hablarnos. Al encarnarla, nos será más fácil plantarle cara, dialogar con ella y negarnos a sus tentaciones.

-Solo una caladita -por ejemplo-. Solo una y te prometo que yo no diré nada.
-No -puedes responder tú-. Mientes. Detrás de esa, vendrás muchas más.
-No, lo juro. No te engaño. Solo una, por los viejos tiempos.
-No. ¡No quiero! Vete. ¡Márchate!

Ejemplos como este ayudarán al adicto a luchar contra esa parte de sí mismo que quiere destruirle, a reafirmarse cuando vea resultados, cuando compruebe que ha dado un paso más para alcanzar la meta de su plan, pues es tan importante ponerle freno ante lo feo como felicitarle por lo bueno.

Los pequeños avances de un adicto hacia su recuperación son GRANDES PASOS DE GIGANTE. No debemos olvidarlo.

Es importante que el mentor lleve un registro de los éxitos y las recaídas para poder evaluarlas con ojos de cirujano: momentos en que sucedieron, circunstancias externas que pudieron influir, estado de ánimo del adicto... Todo es importante en una recuperación y el mentor no debe relajarse.


Las recaídas, a sus ojos, deben tener prioridad; sobre todo en los primeros meses, que son los más difíciles. No se pueden borrar años de adicción de la noche a la mañana. ¿Quién podría?

Estos deslices, más continuos al principio y más esporádicos después, deben hablarse, asumirse y ser responsables de ellos. No es fácil, lo sé (al fin y al cabo estás luchando por algo que te "gusta") pero debes visualizar tu objetivo y no perderlo de vista. Si quieres, puedes. No lo olvides.

La adicción es un mal hábito y, como tal, es algo a lo que te has acostumbrado, que tu cuerpo "necesita" y te exige cuando le falta, que te llena y te da placer. Puesto que es un mal hábito y debes (re)educar a tu cuerpo, debes desterrarlo.


¿Cómo hacerlo? Llenando el vacío que deja ese ostracismo. Los pequeños placeres de  la vida son, como norma general, las cosas que más felices nos hacen: tomar un café cada mañana viendo cómo el sol aparece en el horizonte, escuchar música, bailar, ir al centro de tu ciudad y disfrutar de su diversidad, pintar al óleo, escribir, pasear a tu perro...

El mentor juega un papel importante aquí, pues debe entender que el adicto tiene un problema, lo ha reconocido en voz alta pero, aún así, está desorientado. Su brújula ha de estar perfectamente calibrada. El margen de error ha de ser inexistente.

El mentor no es una distracción ni una vía de escape, es una herramienta, el mecanismo para ayudar a lubricar los engranajes internos de su pupilo para que estos empiecen a funcionar a pleno rendimiento otra vez.

-He recaído.
-Lo siento, amigo -puede decirle su mentor-. Sé que es difícil para ti. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Ha sucedido algo que no habías experimentado antes?
-Algo nuevo -por ejemplo, puede responder el adicto-.
-No te desanimes, tranquilo. ¿Piensas que deberíamos cambiar alguna estrategia? Estoy aquí para cuando me necesites.

Las conversaciones que mantienen mentor-adicto son una herramienta más en el proceso de recuperación de este. No olvidemos que él está más sensible y, por tanto, todo lo percibe con más intensidad.

La mente es muy poderosa e, igual que puede hacernos alcanzar metas impensables, puede hacernos llegar a la destrucción más fulminante.

Seamos coherentes. Paciencia, empatía y constancia son cualidades importantísimas en todo el proceso. El adicto ha dado un paso que no todos están dispuestos a dar (o que no pueden/saber dar). Así pues, apoyémosle, démosle nuestro apoyo y ayudémosle. ¿Quién sabe? Quizás sea él el que nos saque mañana a nosotros de un pozo sin fondo. El mundo da muchas vueltas.

**Nota de la autora: En los últimos meses me he dado cuenta de que hay más adictos por el mundo de lo que pensamos, sobre todo a internet, las redes sociales y, sorprendentemente, a otras personas. Quizás por eso me he atrevido a escribir este post. No soy ninguna profesional, así que es probable que haya cometido errores en mis consejos; al fin y al cabo, lo que he escrito aquí ha sido por experiencia personal. Pido ante todo disculpa por ellos y me comprometo a enmendarlos si me dan las indicaciones necesarias. Gracias a todos.

 

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