miércoles, 21 de agosto de 2019

Echo de menos...

 
Echo de menos quedar a tomar un vino contigo y acabar como piojos en cualquier bar de barrio.
Echo de menos tumbarme a tu lado desnuda. De piel y también de secretos.
Echo de menos hablar sin frenos, sin contención. Sin ser juzgada.
Echo de menos reír a tu lado hasta el dolor de tripas.
Echo de menos tu forma de mirarme, derritiéndome. Como si estuviese hecha de mantequilla.
Echo de menos sentirme segura en tus brazos.
Echo de menos tus pulsos dialécticos, tus puntos de vista. Tu voz.
Echo de menos tu forma de tocarme. Unas veces como si tuvieses miedo de quemarte. Otras, como si creyeras que fuese a esfumarme.
Echo de menos compartir silencios contigo.
Echo de menos tu mano sobre mi muslo cuando conduces y tu rostro al dormir -aun sin pretenderlo-cuando lo hago yo.
Echo de menos tu forma de apurar una cerveza porque siempre vas con prisas.
Echo de menos tu forma de cocinar. Desenfadada. Confiada.
Echo de menos tu luz, esa forma innata que tienes de iluminar una habitación sin proponértelo.
Echo de menos acariciarte la cabeza.
Echo de menos usar tu pecho de almohada y tu cuerpo de colchón. No hay mejor lugar que ese.
Echo de menos tus pantalones caídos, desgastados, rotos.
Echo de menos las huellas de tus pies en casa porque te encanta andar descalzo.
Echo de menos tus abrazos por la espalda y tus besos de frente.
Echo de menos tus verborreas cuando tienes que decirme algo importante y no sabes por dónde empezar.
Echo de menos tu forma de preocuparte por mí. Por encima de ti. Siempre.
Echo de menos tu sabor. Dulce. Familiar. Tú.
Echo de menos tu tacto. A veces, suave. A veces, lo contrario. Pero siempre piel.
Echo de menos tus manos. Adoro tus manos. Me enamoran cada vez.
Echo de menos pensarte. También echo de menos extrañarte.
Echo de menos amarte, como solo saben hacerlo las personas que entregan su corazón una vez. Sin esperarlo de vuelta.
Echo de menos cruzarme contigo por casa. Tan pequeña y tan escurridiza al mismo tiempo.
Echo de menos oír al perro ladrar cuando llegas a casa.
Echo de menos tenerte cuando quiera.
Echo de menos ser valiente y perderte un poco con cada lágrima que derramo por ti.
Echo de menos despreocuparme por el tiempo que pasamos juntos.
Echo de menos nuestras locuras. Tan nuestras.
Echo de menos sonreírte por todo y nada. Tú me entiendes.
Echo de menos nuestros dedos entrelazados. Nos decimos mucho sin decir nada.
Echo de menos tu manera de caminar, desgarbada y segura al mismo tiempo.
Echo de menos tus resfriados de verano. Como enfermo eres penoso, pero me encanta cuidar de ti.
Echo de menos la fuerza de tus brazos rodeando mi cuerpo cuando estás enfadado para evitar explotar, aunque no sea conmigo la cosa.
Echo de menos tu manera de hacerme el amor. Llena de promesas, fusiones y sentimiento.
Echo de menos planear nuestro futuro juntos, canalizándolo en mañanas que nunca llegan.
Echo de menos tus toques de índice sobre mi nariz cuando te sales con la tuya.
Echo de menos tus helados de tiramisú, a pesar de aborrecer ese sabor si no está en tu boca.
Echo de menos unirme a ti en la ducha y cantar como locos canciones cuyas letras no conocemos.
Echo de menos tu ropa en los armarios, tu olor en la casa y tus caricias en mi cuerpo.
Echo de menos tus ojos. Impetuosos. Resueltos. Brillantes.
Echo de menos tu nuca y cómo te estremeces cuando te muerdo allí.
Echo de menos nuestras peleas en el supermercado porque yo quiero comprar tofu y tú carne de verdad.
Echo de menos tu forma de explicarme la diferencia entre los melocotones y los albaricoques. Nunca lograré distinguirlos.
Echo de menos tus pesas desparramadas por casa. Tu bici. Tu esterilla. Tu toalla de gimnasio, aunque nunca vas allí porque entrenas en casa.
Echo de menos tu manía de dejar el tetrabik de leche vacío en la nevera.
Echo de menos tu cepillo de dientes bailoteando con el mío junto a la pasta de dientes.
Echo de menos tu perfume, una mezcla de almizcle, sudor y hombre que reconozco en cualquier parte.
Echo de menos descargarnos en la cancha con un balón de baloncesto.
Echo de menos nuestras maratones de televisión mientras comemos y bebemos hasta hartarnos.
Echo de menos los domingos tranquilos en casa.
Echo de menos recibir mensajes tuyos que solo dicen "hola, cielo" o "pienso en ti".
Echo de menos que me llames "cielo". Ahora miro allí y te veo a ti. Cada día.
Echo de menos tus sorpresas. Disparatas pero aplaudidas.
Echo de menos pensarte, hablarte, tenerte, sentirte, amarte...
Echo de menos el latido de tu corazón. Pausado. Fuerte. Vivo. Muy mío. 
Echo de menos tus promesas.
Echo de menos las mías.
Echo de menos tus chasquidos de lengua cuando te quito el partido de fútbol y pongo mi serie favorita.
Echo de menos cuando me regañas porque no he puesto la lavadora o no la he tendido y la ropa sigue arrugada en el tambor.
Echo de menos tus batidos indescifrables.
Echo de menos tu manía de comer pipas en la cama.
Echo de menos tu forma de aflojar el ritmo cuando entrenamos juntos porque sabes que corres más rápido que yo y no quieres dejarme atrás.
Echo de menos tu percepción de las cosas, tu facilidad para comprenderme.
Echo de menos que tengas más cojones que el caballo de Espartero.
Echo de menos tu cabezonería. Chocamos mucho pero las reconciliaciones son memorables.
Echo de menos tus huevos fritos sin yema. Se te rompen al abrir la cáscara. Siempre.
Echo de menos tu forma de ventilar la casa. No abres ninguna ventana y lo das por hecho.
Echo de menos compartir secretos y confidencias contigo.
Echo de menos contarte cómo me ha ido el día y que tú compartas el tuyo conmigo.
Echo de menos nuestras miradas. Cortas pero intensas.
Echo de menos tu capacidad para superarte cada día. Hace que te admire más.
Echo de menos el control que tienes en la moto. Conmigo detrás. Con el futuro delante de nosotros.
Echo de menos patinar contigo. No tenemos ni idea pero nos reímos como enanos.
Echo de menos ir al cine y acurrucarnos en los sillones de atrás para reír con bromas que solo tú y yo entendemos.
Echo de menos saber que estás ahí. Para mí.
Echo de menos llamarte familia.
Echo de menos llamarte "mío".
Echo de menos pronunciar tu nombre.
Echo de menos escucharte pronunciar el mío.
Echo de menos escondernos en el trastero de casa y follar como conejos entre risas nerviosas.
Echo de menos el coche. El asiento trasero. La oscuridad. Tú y yo. A cualquier momento.
Echo de menos todos los lugares que hemos bautizado como nuestros.
Echo de menos hacernos el amor. En pequeño y a lo grande.
Echo de menos llenarme contigo.
Echo de menos abrazarte con mi cuerpo.
Echo de menos echarte de menos.
Echo de menos sentirme amiga, compañera y mujer a tu lado.
Echo de menos tu sonrisa ladeada. Tan nuestra.
Echo de menos tus dientes, tus mordiscos, tus marcas.
Echo de menos tu paz. Esa capacidad que tienes para aflojar casi cualquier situación.
Echo de menos tu gusto. Mi sabor favorito.
Echo de menos tu piel.
Echo de menos todo de ti.
Te echo de menos.
Te echo mucho de menos.
 
 

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