miércoles, 29 de enero de 2020

Infelicidad en vertical y horizontal

 
Somos infelices en vertical y horizontal, de cabeza y -a veces- también de corazón, conscientes y -en ocasiones- sin saberlo. Somos infelices cada día y creemos no saberlo, o no queremos. Quizás. Puede ser.

 
Somos infelices cada día. Mientras desayunamos, en la ducha, de camino al trabajo, al llegar a casa después de la jornada, con nuestros amigos, con nuestra familia, en nuestros sueños... Y mientras creemos ser felices, el mundo nos golpea con otra realidad. Hay sueños aparcados, dolores mal curados, deseos nocivos... y perdemos la cabeza. O puede que nos perdamos nosotros.
 
Somos infelices en vertical y horizontal.
 
Abrazamos el invierno porque queremos que él nos abrace a nosotros, pero no lo hace. Nos quedamos fríos. Damos la bienvenida a la primavera, pero nos da la espalda y se lleva con ella sus flores y sus aromas. El verano nos da un respiro, pero el otoño llega pronto y no nos permite relajarnos. Ha pasado un año y otro y luego otro... y nuestra infelicidad sigue ahí, latente, dispuesta a golpearnos cuando menos lo esperamos. Dispuesta a abrirnos los ojos, a destruirnos.
 
Somos infelices en vertical y horizontal.
 
Besamos otras bocas, acariciamos otros cuerpos..., pero pensamos en otras personas. Callamos. Quizás, demasiado. Pero lo hacemos. Seguimos besando, tocando, anhelando, soñando... Esos cuerpos y esos labios nos permiten respirar, consiguen que no nos ahoguemos en nuestra infelicidad. Nos calman. Pero son otros cuerpos. No son ellos, no son lo que de verdad deseamos, lo que queremos.
 
Somos infelices en vertical y horizontal.
 
Somos como robots. Metódicos, sin emociones. Sin tener ganas de pelear y sin conformarnos, tampoco. Trabajamos porque necesitamos comer y comemos porque queremos vivir. ¿Pero... vivimos? Trabajamos cinco días, libramos dos. Pero no somos felices. Queremos más. Algo distinto, algo nuevo. Algo que nos haga sonreír, soñar de nuevo, volar. Pero nos conformamos. Y callamos.
 
Somos infelices en vertical y horizontal.
 
Queremos muchas cosas, pero no estamos dispuestos a luchar. Tenemos sueños, pero no hacemos nada por alcanzarnos. Somos pasivos de una sociedad que nos ensombrece. Nosotros también lo hacemos. Somos nuestro peor enemigo. Nos negamos la felicidad con la misma facilidad que abrazamos la desgracia, sin querer soltarla, con miedo a ir más abajo, a caer más deprisa, a rompernos en más pedazos. Somos egoístas.
 
Somos infelices en vertical y horizontal.
 
Hablamos de futuro, pero nos aferramos al pasado. El presente es distinto. No se pueden ver las cosas con perspectiva así que, cuando queremos cambiar algo, miramos atrás. Y nos asustamos. "Si yo hubiese...", "quizás si yo...", "y si al menos..."... Las posibilidades son muchas y el resultando debe ser solo uno. Nos aturullamos. El pasado no está hecho más que para aprender, pero no lo hacemos. Ciegos, sordos, mudos, y aún así seguimos andando. ¿Hacia dónde? ¿Buscamos de verdad la felicidad? ¿Somos realmente felices?
 
Somos infelices en vertical y horizontal, y saberlo nos da miedo porque también existe la infelicidad oblicua... y esa no la conocemos tanto.
 
 

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