lunes, 16 de marzo de 2020

Estado de alarma

 
«Es solo por la estupidez que algunos pueden estar seguros de sí mismos»
~Franz Kafka~

Estoy triste. Triste y decepcionada. Intento quedarme con la humanidad, el civismo y la empatía que han demostrado la mayor parte de mis clientes, pero no puedo evitar guardar en lo más profundo de mi corazón el escaso -por no decir nulo- sentido común que han demostrado tres de ellos. ¿Qué puede ser más importante que la salud? ¿Qué es tan inaplazable y tan urgente que deba hacerse sí o sí en estos días, independientemente de lo que se arriesga por el camino?
 
Mi alma llora de pena, una pena tan honda y tan profunda que no sé si seré capaz de volver a creer en la raza humana. Hablo de arriesgar la vida de una niña de 2 años, de un abuelo de 93 e incluso de una familia de cuatro miembros, solo por capricho. Sí, señores, CAPRICHO. En mayúsculas y con letras luminosas e inmensas. ¿A qué creen que están jugando? ¿Qué hay más importante que la vida (de la que solo tenemos una, por cierto)? ¿Qué puede ser más importante?
 
Por Dios, estoy tan enfadada que creo que sería capaz de gritar durante tres días seguidos. ¡Qué indignada estoy! ¡Cuánta impotencia! Ojalá no les suceda nada ni a ellos ni a los que les rodean, pero de verdad que se me hace muy difícil no perdonarles.
 
Y esto es solo el principio…
 



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