domingo, 12 de enero de 2014

Una brisa de libertad


 
Es curioso cómo determinadas acciones o ciertos momentos nos hacen sentir libres, desencadenados del mundo en el que vivimos. Y es curioso cómo esas acciones o esos momentos nos hacen sentir mejores personas, aunque en realidad no haya ocurrido nada nuevo que pueda alimentar ese sentimiento.


A mí me emocionan intensamente esas sensaciones cada vez que cojo mi moto. Me siento libre y poderosa, invencible. Es una sensación tan placentera como indescriptible, porque realmente no sé cómo podría describirla.

Cuando de pequeña le confesé a mi padre que quería tener una moto, su rostro cambió de expresión cuatro o cinco veces antes de regresar al familiar y conocido rostro hierático de "vamos a ver por dónde sale ahora mi hija". Vi en sus ojos reflejado el miedo, el asombro, el orgullo, otra vez el miedo y, finalmente, la serenidad. Mi padre es una persona muy expresiva y ver esa sucesión de sentimientos con tanta transparencia, me asustaba.

 
Yo quería volar. No encuentro otra razón más razonable que esa para poder desear con tanto ímpetu una moto. Y tampoco encuentra una explicación razonable a todos los argumentos inverosímiles y descabellados que le ofrecí a mi padre como justificación para que accediera a comprarme una. Por supuesto, ninguna de esas alocadas razones sirvió para mucho.

Sin embargo, mi anhelo de volar y sentirme libre era poderosamente fuerte, y no cesó jamás. No fue hasta que cumplí los 21 años, cuando por fin pude cumplir un sueño: conducir mi propia moto.

Recuerdo la primera vez que la vi, que la conduje, que la dominé. Sentir entre mis manos esa energía tan poderosa que emergía de ella resultaba abrumador. Y saber que mi vida pendía de las decisiones que tomase sobre esa máquina de velocidades insólitas, me aterrorizaba. Sin embargo, jamás me amilané. Y juntas nos compenetramos muy bien.


Por supuesto, fui libre. Y eso compensó todos los esfuerzos, miedos y luchas que viví hasta cumplir mi sueño. Y, por supuesto, no me arrepiento de ello.
 

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