sábado, 19 de septiembre de 2015

En el quirófano...

 
Está claro que cuando te dicen que tienes que pasar por quirófano, que ya no queda otra (tampoco es que hayas intentando muchas otras cosas, la verdad), las tripas se te encogen, el alma se te cae a los pies y te tiemblan las canillas.
 
El cerebro se acelera y se pone a mil por hora. Y tus pensamientos, ideas y dudas se revolucionan con él sin que tú puedas si quiera evitarlo. "¿Por qué te tiene que pasar a ti? ¿No hay nadie más que haya nacido estrellado además de tú? ¿Por qué la vida es tan injusta?"
 
Después de las obligadas preguntas de autocompasión, piensas... ¿Qué puede salir mal? ¿De verdad no se puede solucionar de otra manera? ¿No hay otra salida? (esta es la etapa de investigación en el Sr. Google que desearías no haber hecho nunca, jamás, never and ever).
 
Y cuando sabes de verdad, de verdad, de verdad, que ya no hay vuelta atrás, continúas... ¿Cuánto tiempo estarás de baja? ¿Cómo sobrevivirás a esa baja? ¿Todo será igual después, aparte de la marquita que se te quedará en la piel como recuerdo? ¿Tú serás la misma?
 
Y lo inevitable... ¿Los doctores sabrán lo que tienen que hacer? ¿Serán profesionales? ¿Te operarán un día importante en plan... Final de España de baloncesto y la operación se irá al garete (y eso que no sé ni dónde está ese sitio)?
 
 
Dicen que no debemos preocuparnos. Aseguran que todo saldrá bien. Nos informan del proceso para tranquilizarnos (hecho que no sé si se han dado cuenta pero provocan justo el efecto contrario. A veces, me pregunto si lo hacen adrede para ver nuestras caras de "panolis acojonaos"). Nos palpan como si fuésemos melones maduros (no penséis mal. Dicen que tocar al paciente, relaja a éste. Dicen). Nos sonríen con esas sonrisas falsas más típicas de Chandler Bing, el de la mítica serie Friends, que de un médico tranquilizador.
 
 
Pero sobre todo, ante todas las cosas, ante cualquier posible raciocinio lógico y coherente que cualquier ser humano pueda tener, siembran la duda. Porque... ¿qué hacen realmente los cirujanos cuando nos sedan? ¿Bailan? ¿Hablan? ¿Ríen? ¿Lloran? ¿Saltan? Yo me los imagino en plan Toy Story pero en mitad del quirófano cuatro y haciendo perrerías: pintándonos la cara con ceras de colores, haciéndonos peinados ridículos, cambiándonos los órganos de sitio, haciéndonos fotos estrambóticas,... Vamos, que cuando el anestesista te va avisando de que te va a dormir (porque el jodío te avisa para que sepas que va a iniciarse tu propia tortura particular), estás temblando más que un flan y rezando hasta en idiomas que ni están reconocidos internacionalmente.
 
 
Lo sé. Soy una exagerada (o no, quién sabe). Pero es que me aterra terriblemente encontrarme a merced de unos señores que no conozco y completamente drogada. Que sé que esto puede sonar a paraíso para más de uno pero, para los que tenemos dos dedos de frente y las drogas (sea cuales sean no nos gustan), acojona.
 
 
Y oye, que si has entrado a quirófano para que te extirpen un mioma y sales de él con dos tallas más de pecho o una liposucción,... la verdad, eso no ayuda (estás contenta pero no ayuda). Pero si, como en mi caso, sales de quirófano aparentemente bien operada (y de lo que se debía, ojo) pero con un informe en el que se indica que el motivo de la consulta es: "Mujer de 65 que ingresa para miomectomía abdominal" (y cito textualmente) y que, además, en los antecedentes indica que "M.Ac: coitus interruptus", la verdad, no puedes evitar pensar: "¿QUÉ COÑO HA PASADO AHÍ DENTRO?"
 
 

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