domingo, 20 de diciembre de 2015

Así te abraza, así te quiere

 
Los meses de Diciembre y Enero son fechas muy intensas por el significado que contienen, el potencial que acentúa nuestros sentimientos en estos días y, seguramente, muy probablemente, la montaña rusa de conmociones a las que nos vemos sometidos.
 
Comidas, cenas, brindis, abrazos, palabras de afecto,... La mayor parte de las cosas que hacemos en estos días suelen ir acompañadas de sensaciones cargadas de recuerdos que revuelven nuestras tripas, anhelos por los que -desgraciadamente- este año no están junto a nosotros y añoranza pura y dura.
 
 
Sin embargo, en este post, sólo voy a hablaros de abrazos; esas muestras de afecto que consisten en encerrar a otra persona (a veces, más de una) entre nuestros brazos y apretarla contra nuestro pecho, haciéndole sentir lo más cercano posible a nosotros (al menos, intentarlo).
 
Los abrazos son gestos de amor que pueden ser interpretados de diferentes maneras, según la persona que los reciba, que los da y según la forma de darlos (duración, intensidad, circunstancias,...).
 
 
Hace apenas unos días, tuve entre mis brazos a una persona que conozco desde hace poco más de siete meses. Sin embargo, a pesar del poco tiempo que hace que la conozco, hemos sabido conectar muy bien. Somos muy parecidas, luchamos por las mismas creencias y tenemos prácticamente los mismos anhelos.
 
Curiosamente, esta persona (hablaré de ella en género desconocido para no delatarla) está atravesando un momento crítico de su vida (quizás, por eso conectamos tan bien) y, sin querer disfrazarlo de ningún modo, os diré que, tras una cena en la que no paramos de hablar y revelarnos verdades inconfesables, nos abrazamos como pocas veces he percibido en mi vida; con una intensidad, un anhelo y unas ganas de "no-quiero-que-se-acabe-nunca" que no soy capaz de explicar con palabras. Apenas alcanzaría para describiros, de una manera ínfima y desmerecida, lo que aquel abrazo significó.
 
 
Si os sirve, si es que así puedo lograr daros una pequeña idea de lo que simbolizó, tuve ganas de gritar, llorar, patalear y apretarla más fuerte aún contra mi pecho, todo al mismo tiempo. No podría explicároslo de otra manera... No encuentro las palabras adecuadas...
 
 
Bajo la lluvia, dentro de un coche, en el portal de casa,... Hay abrazos que no se olvidan, abrazos robados que no esperamos y que, sin saber cómo reaccionar, dejamos que sucedan sin más.
 
Hace poco recibí uno de estos abrazos y, sinceramente, no supe qué hacer. Dejé mis brazos lánguidos junto a mi cuerpo y aguanté la respiración, indecisa. Simplemente, dejé que esa persona hiciera todo por mí. Más tarde, me arrepentí. El final (probablemente) hubiese sido bien distinto si yo hubiese... ¿actuado?
 
 
No sé. Las cosas son como son y no pueden cambiarse. Pensarlo, incluso, supone una pérdida de tiempo que no merece la pena. Sin embargo, ese abrazo usurpado me acosa por las noches como si se tratase de mi propio demonio nocturno. ¿¡Por qué será!?
 
 
Hay abrazos que literalmente nos destruyen hasta agotar nuestras fuerzas, dejándonos en los huesos. Estos abrazos son peligrosos porque, al mismo tiempo que prometen, también impugnan. Ellos solos se contradicen. Dan y quitan con una crueldad despiadada que te descolocan hasta acabar contigo. Acabas por no saber ni cómo te llamas.
 

Sabes cómo empiezan, nunca cómo terminan... Y, aunque tú quisieras que tuvieran otro significado, la otra persona no te da la oportunidad o, simplemente, el momento no es el adecuado. Sea como sea, hay que ser cautelosos con este tipo de abrazos. Normalmente, arrebatan más que ofrecen y siempre, siempre, enganchan. Son adictivos (de ahí su peligrosidad).
 
 
Los abrazos de "para siempre" me encantan. Son intensos, de larga duración y me hacen vibrar por dentro y por fuera. Me provocan sonrisas y lágrimas al mismo tiempo; seguramente porque la persona que me los da significa muchísimo para mí.
 
 
Son este tipo de abrazos los que, a pesar de necesitarlos como al agua, no suelo dar (ni recibir), pues los evito como a la peste. Me dan tantísimo que, cobarde de mí, los rehúyo porque me da pavor el efecto que me provocan.
 
Suelen debilitarme y exponerme derribando mis barreras, lo que me aterra. Egoístamente, prefiero prescindir de ellos y no sentirme tan vulnerable ante el mundo. Por eso, quizás, me muestro más fría. Es una manera de protegerme (En el archivo .gif, soy la que llora. ¿Me entendéis ahora?).
 
 
Da igual que sea Diciembre, Enero o Julio, ¡no dejéis de abrazos! Estos gestos son increíblemente beneficiosos para nuestro organismo y, la mayor parte de las veces, ayudan, consuelan y se necesitan.
 
Si tienes oportunidad, ABRAZA. No dejes de hacerlo.
 
 

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