martes, 18 de marzo de 2014

Super Mamás

 
He llegado a la conclusión de que algunas mujeres se merecen una estatua en mitad de la Plaza del Sol o a las puertas del Museo del Prado. Y cuando me he comparado con cualquier de ellas, se me ha caído el alma a los pies.

 
No sólo trabajan sus ocho horas diarias en la oficina sino que, incluso, antes de centrarse en su mesa abarrotada de papeles, ya han dedicado una larga hora a los niños y a preparar el desayuno.
 
 
Tras un día horrible entre papeleos, ajetreos, "esto era para ayer" y "¡vamos!, que quiero que esta campaña salga ya", tienen sus siete horas añadidas que las dedican con paciencia a repasar los deberes con los niños, organizar la ropa y comidas del día siguiente, la cena, el planchado de la prenda de última hora, el remiendo del botón de la camisa del marido y, como no, a arreglarse las uñas para el día siguiente estar presentable en la oficina. Y, si aún no tenían bastante, encima le dedican una hora al día a estudiar un Curso Monográfico sobre Contabilidad Fiscal porque han decidido, en el último momento, que ellas merecen mucho más de lo que tienen ahora y que van a luchar por ello. A eso le tenemos que añadir, además, la madre que dedica sus treinta minutos diarios a correr porque quiere mantenerse en forma y sentirse guapa consigo misma.
 
 
Si sumamos la salida que organizan con sus amigas una vez al mes, como mínimo, y la sesión de peluquería, manicura, pedicura y relax que no perdonan bajo ningún concepto, yo me pregunto cuándo descansan. Porque también van a hacer la compra, ponen y tienden lavadoras, planchan, organizan comidas y cenas en casa, ahorran, leen, pintan cuadros, hacen crochet... En fin, que a mí no me salen las cuentas. ¡Me faltan horas en el día! ¿Cómo lo hacen? Y lo que es más extraño, ¿cómo hacen todas esas cosas con una sonrisa perpetua en el rostro y una paciencia que es la envidia del Santo Job?
 
Hoy, tras observar, enorgullecerme, sorprenderme, animarme, fascinarme y quedarme con la boca completamente abierta, en ese orden y algunos adjetivos repetidas veces, he llegado a la conclusión que de mayor quiero ser como ellas: una Super Mamá.
 
 
Así que, con ese objetivo grabado a fuego en mi cabeza, he puesto una lavadora, he organizado mis cremas, me he hecho la manicura, me he preparado una ensalada para cenar y me he ido a la cama a leer. Sí, vale, sólo son las once de la noche, pero yo necesito dormir mis ocho horas diarias, sino no hay quien me aguante, además de las sombras oscuras que salen bajo mis ojos.
 
Mañana empiezo a hacer todas esas cosas que hacen estas heroínas. ¡Seguro que me cunde el día!
 
 

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