jueves, 27 de marzo de 2014

Toda la primavera canta en mi corazón

 
Llegó la primavera y, con ella, las flores, el sol, los picnics,... la felicidad. Como decía la famosísima canción de Marisol: "Tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría".

 
Por fin, el sol volverá a brillar, los pajaritos volverán a entonar sus cantos, las flores despertarán de su largo letargo,... Bueno, eso siempre y cuando el frío decida abandonarnos, porque parece que le ha cogido gustito a esto de estar entre nosotros y no termina de decidir marcharse.
 
 
Sin embargo, y a pesar de todas las inclemencias climáticas, yo he decidido llevar la primera conmigo, así que me he dispuesto a desempolvar mis vestidos más cool, mis peep toes y mis bolsos de colores diversos. Me he pintado las uñas del color de las fresas maduras y tengo el lipstick rojo pasión preparado para la primera oportunidad que se me presente. ¡Estoy deseando usarlo!
 
He abierto mi armario a espuertas y he sacado mi plancha del pelo y estoy decidida, a pesar del airazo que hace, a hacerme unos peinados de escándalo: lisos desenfadados, semi-recogidos, moños altos,... ¡El viento no podrá conmigo! ¡Arriba la laca! ¡Hip-hip! ¡Hurra!
 
 
Y como no, la ocasión lo requiere, he decido mostrar en mis labios una sonrisa sincera y abierta al menos durante dos horas a lo largo del día. Dos horas parece poco tiempo, pero realmente es difícil mantener los labios estirados al menos ciento veinte minutos al día para enseñar al mundo lo feliz que eres. Y más cuando el mundo más que sonreír parece tiritar, porque no hay quien no pueda evitar rechinar los dientes.
 
 
Así que hoy, decidida y dispuesta a engullirme la primavera entera, me he puesto mi vestido de gasa en tonos vainilla, mi chaqueta de crochet blanca, unos peep toes de diez centímetros en color hueso y he salido por la puerta con la melena lisa y libre al viento. ¡Y qué viento! Casi me tira para atrás. He tenido que volver a casa, ponerme unos leggins, un jersey de algodón, unas bambas y una cazadora. Por supuesto, el gorro y los guantes no me los he olvidado. ¿Quién iba a imaginar que la brisa primaveral se iba a convertir en una ventisca tan cortante y cruda? Apenas he sido capaz de sujetarme en la primera farola que he visto para no salir volando...
 
 
Decepcionada con mi primavera engañosa, he regresado a casa después de diez intensos minutos intentando mantenerme erguida y no ser empujada violentamente por este ciclón que parece tan enfadado con nadie en particular. He guardado cuidadosamente las horquillas que aún estaban milagrosamente prendidas en mi pelo y he guardado en sus fundas y cajas toda mi locura estacional. He mirado con tristeza mis peep toes y me he visto obligada a sacar nuevamente la espuma del pelo. ¡Los rizos vuelven!
 
En fin, mañana intentaré de nuevo sacar a relucir toda mi primavera interior. Eso sí, antes prometo asomarme por la ventana. No me gustaría encontrarme con más.... sorpresas.

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