Creeréis que es una utopía pero, en aquel momento, fue la mejor idea que se me ocurrió: esconder los pies. Lo cierto es que no lo pensé mucho, la verdad. Simplemente, quise (deseé fervientemente) que mis pies desaparecieran.
Seguramente os estaréis preguntando qué es lo que ocurrió o qué es lo que me llevó (empujó, más bien) a pensar (a convencerme) que esconder mis pies era una opción. No la era. ¡Ahí están! ¡Son mis pies! ¿Cómo voy a poder esconderlos? ¡Cualquiera los ve! ¡Forman parte de mí, por Dios! ¿Quién no se daría cuenta de que no tengo pies? Un podólogo no, desde luego. Él sería el primerito en caer en ese pequeño detalle. ¿Entonces?
A ver, os pongo en antecedentes. En mi trabajo es obligatorio llevar uniforme: pantalón de raya (malditas rayas), camiseta-polo-churrodemangacorta, jersey tieso e (importantísimo) zapatos especiales (también conocidas como botas-destroza-pies. Las mías son tres números más grande de lo que suelo calzar. Si levanto un pie, la bota sale volando seguro. No lo he probado pero seguro que vuela). Pues bien, el otro día -al cambiarme en el vestuario- cometí un error.
Os pongo en situación...
Abro mi taquilla. Cojo mi uniforme. Entro en el vestuario. Dejo el bolso. Dejo el abrigo. Me desvisto (no es nada erótico, os lo aseguro. Tampoco creo que os lo parezca :S). Cojo el uniforme. Me lo pongo. Me pongo los zapatos. ERROOOOOOOOOOOOOOR. ¡No me pongo los malditos zapatos especiales! ¡Me pongo MIS zapatillas! Me voy a trabajar. AAAARGGGGHHHHHH
En mi trabajo, se penalizan muchas cosas: no llevar la chapa con tu nombre en el jersey (los clientes tienen que conocer tu nombre en todo momento. Otra cosa es que no se molesten en leer la chapita o directamente la ignoren), no llevar calzado adecuado (¡ECO! Eh ahí "the question"), no tratar con educación a los clientes, etc, etc, etc y una larga lista de etc.
Imaginaos cómo me sentí, ya en mi puesto de trabajo y sin opción de solventar el... llamémoslo desliz, cuando me di cuenta de que llevaba puestas mis playeras y no esos malditos zapatos especiales. ¡Quise morirme!
La situación, además, fue ridícula. Cada vez que se acercaba mi jefa (peligro) o cualquiera de mis superiores más directos (peligro, peligro, peligro), no sabía dónde meter los pies. ¡Vamos!, con deciros que en una de las ocasiones casi me caigo al suelo de tanto intentar echar los pies hacia atrás (¿Qué creía? ¿Qué podía levitar?).
Eso sí, he aprendido una lección: "cuando vayas al trabajo, no te despistes ni un carajo". O, lo que es lo mismo, cámbiate de ropa en cinco sencillos pasos:
- Desvístete
- Ponte pantalón
- Ponte camiseta-polo-churrodemangacorta
- Ponte jersey con chapita
- Ponte zapatos especiales
Así, seguro, que no me vuelve a pasar (si te lo propones, incluso podemos darle formato de canción. Le estoy dando vueltas).
Eso sí, NO ME PILLARON. ;P Y eso es lo más importante.
Yo tb llevo uniforme aunque conseguí una limitacion para el calzado y puedo llevar lo que quiera siempre y cuando sea acorde con la unformidad. Es horroroso el tema pies!
ResponderEliminar¡Y que lo digas, Cinti!
EliminarBueno, tuviste suerte, no te pillaron!!! Jejeje
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