martes, 2 de junio de 2015

¡Qué atrevida es la ignorancia!

 
Leyendas urbanas que últimamente escucho hasta dormida:
"Si voy al bingo, me forro" (cara de póker).
"Si compro una casa, la reformo y la vendo por el doble, me forro" (si piensas, además, que con ese dinero "ganado" puedes repetir la operación con dos nuevas casas a reformar, es que eres un crack o un iluso redomado).
"Si monto un bar, me forro". Jajajaja. Si monto un bar, me forro. ¿En serio? ¿De verdad lo creéis? No es que el bingo o jugar al monopoly con dinero real no sean absurdeces, sino que lo de montar un bar y creer que os vais a forrar es un tópico muy recurrido que NUNCA funciona. Y cuando digo nunca, digo NUNCA, JAMÁS, NI EN TUS MEJORES SUEÑOS, JAMÁS DE LOS JAMASES, NI EN EL INFINITO, ¡NEVER AND EVER (para los de la Logse, traducido: Nunca jamás)!

 
¿En serio? ¿Qué os pasa? ¿Qué le pasa a este país? ¿Es que hay una nueva enfermedad que viene con receta?
 
Si es que me lo imagino:
- Doctor, no me encuentro bien.
- ¿Qué le pasa, caballero?
- Me duele el bolsillo. Lleva unos meses vacío y el pobre se siente solo. ¿Qué tengo, doctor?
- Usted padece "crisistopicosis".
- ¿Y eso qué es, doctor?
- Pues... Una crisis tópica, caballero (vamos, que me lo he currado)
- ¿Y qué puedo hacer, doctor?
- Monte un bar.
- ¿Seguro?
- Sí, siempre funciona.
 
Yo me pregunto qué diferencia habrá entre un nivel y otro
 
Y ale hop, otro bar en el mundo.
 
¿Nunca os habéis preguntado por qué a la gente le da por montar tanto bar? Pues aquí tenéis la respuesta. Se lo recetan. ¡Y menuda mierda de receta! Al menos, podía ir con instrucciones. O al menos con efectos secundarios. O al menos... En fin. Podían leer el prospecto.
 
Receta: Montar un bar
Diagnosticado para: Crisistopicosis crónica
Efectos secundarios: pérdidas (de dinero no de orina), baja autoestima, estrés, pérdida de pelo, clientes insatisfechos, lesiones por clientes insatisfechos, boicots, pintadas en fachada,... Hasta el momento, no se han conocido más efectos adversos.
No recomendado para:
- Personas sin experiencia
- Personas sin preparación previa
- Personas sin dos dedos de frente (seguro que alguno se la mide; la frente, digo)
- Personas sin personal cualificado
- Personas sin estudios versados en "Populachus Barus Mundialus" (¿traduzco? No, ¿verdad?)
- Personas que no han ejercido nunca de cliente en un bar o similar
 
Y así es básicamente cómo surgió de las cenizas de la nada el bar de la esquina: "De Tapeo". ¡Toma ya! ¡Uno más! ¡Y debajo de mi casa! Menuuuuuuuuuuuuuuuuuda mierda de vaca. Así, sin pelos en la lengua. ¡Vaya chasco! ¡Qué desilusión más mal llevada!
 
No estoy decepcionada por tener que esperar a ser atendida habiendo siete camareros en la barra. No. Tampoco lo estoy por tener que haber ido dos veces antes de ser atendida una tercera porque se les iba de las manos eso de tomar nota y llevar lo pedido a cada mesa ("Me lo roban de las manos, oiga. Me lo roban de las manos". Ponerle voz y ritmo gitano y le encontraréis sentido a la frase; o no). Y tampoco estoy desilusionada (o cabreada, no lo sé) por ver que la carta constaba sólo de siete tapas (de las cuales, sólo servían tres. El resto estaban agotadas) cuando anunciaban más de veinte en un cartel bien grande. No. No estoy desilusionada. Estoy... Estoy... Estoy que no sé si reír o llorar.
 
Pero ¿qué es esto? Vamos a ver. ¿No es un bar? ¿No es el inicio de un bar? Pues, coño, cúrratelo. Pon cuatro tapas, pero cuatro tapas guapas (joder, se me pega el habla vallecano que da gusto) y verás cómo triunfas. Pero, alma cántara, no digas que la tapa del día es la paella para decir a las doce de la mañana que está agotada. ¿Qué tapa del día ni que ocho cuartos? ¡Pues no pongas tapa del día, leñe! Que yo iba todo ilusionada a zamparme el arrocito.
 
Y no hablemos del menú que degustamos, por no decir "no-gustamos", el fin de semana pasado unos amigos y yo. Que eso sí que era para dejarlo en manos del mismísimo Chicote. ¡Iba a arder Troya!
 
Vamos a ver, vamos a veeeeeer...
 
- Dos jarras de cerveza
- Bien
- Cuatro tintos de verano
- Uy, no tenemos hielo. Ahora se ha ido mi compi a por él.
 
¿Cómo? ¿El bar lleno hasta arriba y os habéis quedado sin hielo? ¿Pero qué es esto? Sé previsor, alma en pena, y manda a uno de tus doscientos veintisiete camareros a comprar hielo, ¡y aquí paz y después gloria! Pero no, nosotros, los clientes, nos tuvimos que enterar del stockage... y esperar, claro, tuvimos que esperar. Que a una de nosotras se le quedó la tortilla atravesada y por poco no la tienen que hacer el boca a boca. ¡Que menudo disgusto!
 
 
Pero ahí no queda la cosa, por supuesto. Todavía hay más. Que lo que sucedió aquel día bien se podría transcribir en varios tomos ilustrados. Que serían una triunfada que ni "pá" qué.
 
- ¿Y de comer quieren algo?
- Sí, gracias. Pónganos una ración de croquetas.
- Son congeladas, ejem- susurra con voz disimulada.
 
 ¿Cómo? ¿Es cierto lo que acabo de escuchar? ¿Nos acaba de decir que son congeladas por lo bajini? Jajajaja, ¡mirando por la empresa! ¡Este camarero es un crack!

- No, no. Entonces no- le decimos muy dignos (sólo comemos puntillitas de solomillo y de caviar para arriba)-. Pónganos entonces unos huevos rotos con jamón.
- Muy bien.
- ¿Y entre los calamares y los chopitos qué nos recomienda?- Ahí, arriesgando.
- Chopitos no nos quedan.
- Pues una de calamares entonces.
- Muy bien. ¿Algo más?
- No, de momento no. Gracias.

Y ale, ahí empezó nuestra odisea. Un viaje al universo de la gastronomía menos currada del país con las canciones de Eurovisión 2015 de fondo. Surrealista.

De primero, unos huevos rotos que no eran huevos ni eran  "ná".

 
Y no hablemos de las patatas, que podíamos usarlas como pelotas de ping-pong sin ningún problema. Que resistían las pobres lo que les echaras encima. ¡Y sin quejarse!

Unos calamares ahogados literalmente en aceite de morcilla-alitas-chorizo-panceta-pimiento, todo mezclado junto. Y cuando digo ahogados lo digo tal cual: ahogados. Seguramente los cogieron vivos y los metieron directamente en la freidora donde murieron desgarrados del dolor (o del olor, no lo tengo muy claro).

 
Y gracias a esta tapa pude comprender por fin cómo consiguió Dios lo de "Levántate Lázaro y anda". Le dio un par de raciones de éstas y se levantó sí o sí. Es que el pobre Lázaro no tuvo opción. Ni la quiso, vamos. Lo que fuera por no tener que repetir.

¿Y el pan? ¿Ese pan crujientito, calentito, recién sacado del horno, con ese aroma que te envuelve y te atrapa como en un ensueño? Pues noooo. El pan era del lunes, pero del lunes de la semana pasada. ¡Qué duro! ¡Si casi me dejo los dientes!

 
Este pan se lo tiro a mis perros y les limpia los dientes en un momento. Vale hasta para afilar cuchillos. ¡Qué digo! Este pan vale para levantar casas. Ladrillo, ladrillo, pan del De Tapeo. Ladrillo, ladrillo, pan del De Tapeo. Las construcciones del futuro, oiga. Modernismo y gastronomía mezclados para crear ilusiones edificadas.

Vamos, el sitio no pudo decepcionarnos más. Si además le sumamos el punto de peligrosidad, le calificamos como "no volvería ni para pedir la hora". Que allí las cajas de coca-cola sobrevolaban nuestras cabezas que daba gusto. Que bebías un trago del tinto con acojone. Que casi te daba miedo tragar.
 
Eso sí, fue la cuenta más felizmente pagada que he abonado jamás. Porque después de pagar, te levantas y te vas, ¿no? Pues eso. No tengo nada más que añadir.

Y ahora sí, señores, piénsense bien ir al médico por el síntoma del "bolsillo vacío". Que ya saben lo que dicen por ahí... "El dinero al ignorante, lo hace necio y petulante".

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario