Me hacen gracia esas parejas que aseguran no discutir nunca. Me desternillo con los que dicen que se compenetran a la perfección. Pero sobre todo, y ante todas las cosas sobre la faz de la Tierra, me descuajaringo con los que juran conocer al cien por cien a su pareja (Sí, me descuajaringo. Del verbo descuajaringar).
¡Es mentira! ¡Imposible! ¡No puede ser! ¡Falso! ¡Mal! ¡Caca! (ups)
¿Estamos locos o qué?
Hay muchas maneras de comprobar si este hecho empírico, concreto, real, metafísico y transcendental es falso. Igual que hay muchas maneras de tirar por tierra demostraciones ambiguas que no definen una postura real, transparente, limpia y clara sobre este asunto. Pero ante todo, y os lo digo porque está científicamente demostrado por algunos valientes que murieron en el camino del intento -obviamente- fallido, que no hay una sola pareja sobre la faz de la Tierra -ni del Universo entero- que se conozca al cien por cien. Ninguna. Absolutamente ninguna.
Os reto a que hagáis la comprobación con una sencilla prueba. Eso sí, no me juzguéis por los resultados; juzgaos el uno al otro. Yo sólo os estoy dando una lección:
- Buscad un sitio tranquilo, lejos de distracciones, ruidos y posibles interrupciones.
- Escribid, cada uno, en cinco cuartillas del mismo tamaño, cinco preguntas al azar sin que el otro las lea (No os compliquéis mucho la vida con las preguntas. Estamos comprobando un hecho científico no escribiendo una oda a la imaginación).
- Poneros el uno frente al otro con las cuartillas en medio, entremezcladas y dadas la vuelta.
- A la de tres, dad la vuelta a la primera cuartilla, leed lo que pone y contestad AL MISMO TIEMPO la pregunta. Repetid el paso con las siguientes cuartillas.
- Es importante que las preguntas no sean ridículas, absurdas o retóricas. Lo importante de esta comprobación es demostrar al mundo, y a vosotros mismos, si realmente os conocéis. Es obvio que sabéis cómo os llamáis, conocéis el nombre de vuestras mascotas y sabéis cuál es vuestra comida favorita (En caso contrario, tenéis un grave problema, en serio). Así que buscad preguntas lógicas, coherentes y con sentido que puedan definir vuestra relación (o zarandearla, ¡quién sabe!).
Pues bien, después de realizar esta prueba con multitud de parejas, pudimos observar que los resultados fueron terriblemente catastróficos.
Una pareja, por ejemplo, a la pregunta de "¿dónde le gustaría estar ahora mismo a tu chico/a?" contestó:
- Ella: Viendo el partido de fútbol con los colegas.
- Él: En la piscina con las amigas.
En cuanto respondieron, se miraron. "¿En la piscina?" preguntó ella. "¿Viendo el fútbol?" continuó él catatónico. Sólo tuvieron que hablar dos minutos más para darse cuenta de que a ella le hubiese gustar estar de compras y a él le hubiese gustado estar en la cama... con ella, claro, haciendo lo que todos queremos hacer ahora mismo (y no me refiero a dormir, malpensados).
"Cari, en la piscina se me estropea mucho el pelo. ¿Cómo voy a querer estar allí?" cuestionó ella a continuación. "¿En el fútbol? ¿En el fútbol? ¿Cuánto hace que no nos acostamos? ¡Por Dios! ¡Si me van a reventar!" le contestó él. Está claro que había problemas en el paraíso (¡y aún quedaban nueve preguntas más!).
Puedo citar otra pareja que a la pregunta "¿le gustaría formar una familia a tu pareja?" contestaron:
- Ella: "No".
- Él: "Sí".
Sin embargo, casualmente, las respuestas estaban cambiadas. Él estaba deseoso de tener niños correteando alrededor suyo y ella no estaba dispuesta a desperdiciar su vida (y su cuerpo) a malcriar mocosos por el resto de sus días.
Así que no, no hay ninguna pareja que se conozca al cien por cien. Absolutamente ninguna.
Las parejas vivimos con máscaras invisibles. Con reservas. Enigmas. Ocultamos tantas cosas a nuestra media naranja (casi siempre, automáticamente) que llega un momento en el que no sabemos qué hemos contado y qué no. Escondemos conversaciones por miedo a discutir. Ocultamos encuentros por no provocar una pelea. Vivimos callados, sin ver ni oír. Y aún en el caso de que la sinceridad sea una característica innata de tu pareja, ésta siempre te puede sorprender.
Tengo amigos que han roto una relación de más de diez años por una aventura (¿secretos?). También conozco personas que han vivido dos vidas a la vez (¿clandestinidad?). Conozco muy de cerca parejas que han sobrevivido a la crisis unilateral pero no a la dual (¿enigma?). Egoísmo, infidelidad, desequilibrio, miedo, rutina, antagonismo, rivalidad, vergüenza,... ¡Son tantos los motivos por los que tener secretos (y por los que los tenemos)!
Pensad en una cosa. Si todos fuésemos siempre sinceros con nuestras parejas, ¿realmente seguiríamos con ellas? ¿Sobreviviríamos a los vaivenes de la vida? Tengo amigas que leen a escondidas novelas chick-lit porque les da vergüenza que su novio/marido lo sepa. Y tengo amigos que dan clases particulares de danza sin que su novia/mujer y amigos lo sepan por miedo a ser ridiculizados. Incluso conozco una persona que se levanta siempre más temprano que su pareja para que él no sepa que usa una férula de descarga porque tiene bruxismo.
¿Es cierto entonces que no nos conocemos al cien por cien? ¿Es cierto que esos... pequeños secretos son necesarios (y veces, obligatorios) para que nuestras relaciones funcionen?
Seamos sinceros, amigos. La mayor parte de las veces ellos están pensando "¡qué pesada está hoy la Maripepa!" o "a ver cómo me libro yo hoy de ésta" y callan para decirnos "¡qué ganas tenía de pasar un ratito a solas contigo!" o "¡cómo me gustan estas croquetas caseras que has hecho hoy!". Por eso, porque en el fondo lo sabemos y para compensar ese mal menor (la mentirijilla), les hacemos dueños y señores del mando de la televisión. Al fin y al cabo, ¿a quién no le apetece ver pressing catch o gritar con media cara pintada "hala, Madrid"?
Ojo, hay secretos... y secretos (yo estoy convencida de que uno de mis ex... ¡es gay!).
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