Es increíble el poder que tienen las palabras. Sobre todo, cuando esas palabras pronunciadas por otras personas se refieren a una misma. Y más increíble aún es el efecto abastador que producen esas simples frases en nuestros cuerpecitos (opiniones infundadas, normalmente, sin sentido ni lógica).
Generalmente, cuando alguien "suelta perlas" sobre ti, lo hace con mala fe. Para subrayar un aspecto de ti que, en circunstancias normales, no llama tanto la atención y del que, además, tú no te sientes especialmente orgullosa en ese momento. Muchas veces lo hacen porque sí o porque sencillamente se aburren, aunque también hay casos en los que el común denominador es la compañía del momento y la imperiosa necesidad de destacar sobre los demás (soberana estupidez, todo sea dicho de paso).
Sea como fuere, en muy contadas ocasiones, también hablan de ti para destacar algún aspecto positivo, ya sea por envidia, por ver tu reacción o, simplemente, porque realmente lo piensan y lo que piensan lo piensan en alto.
Sin embargo, yo hoy quería hablar de lo que los demás dicen de ti en una mezcla de "chute" de buen rollo y cruel pisoteo después, todo en una misma frase. Sí, sí, es algo así como "eres preciosa aunque esas ojeras no te favorecen esta mañana". Te halagan con un piropo para destronarlo después con algo nimio que, además, se podían haber ahorrado. ¡Con lo contenta que te hubieras quedado sólo con el piropo!
A mí eso me ha pasado (¿a quién no?).
Encontrándome feliz en mi puesto de trabajo, sin molestar a nadie, trabajando, sonriendo, atendiendo a los clientes, escucho a mi lado a alguien que me dice: "Nena, ¿siempre has sido así de delgada?". Wiiiiiii, ¡qué felicidad, madre! Cuatro meses a plan para perder cinco terroríficos kilos y mi compi se da cuenta de que ya perdido cuatro (bueno, o los que fueran que ella había contado, que yo estaba feliz con la observación).
Yo: ¿Sí? ¿Estoy tan delgada? (lo sé, soy vanidosa y me encanta que me regalen los oídos)
Mi compi: ¿Has estado mala? Lo digo porque tienes mala cara y como hay un virus en el aire... (vaya, ya sabía yo que no podía ser tan bonito. "Chute" de buen rollo y cruel pisoteo después).
Y es que nos dejamos influenciar muy fácilmente. Si una persona me dice que estoy delgada, ¿estoy delgada de verdad? ¿Y si me dice que mido tres metros me lo creo también? Señores, tengamos criterio. Si quieres saber si estás delgada, pésate en la báscula (básicamente para eso las inventaron). Si quieres saber si eres bella, mírate al espejo (los inventaron para eso. También para maquillarte y para verte los granitos de última hora. De momento, no les he encontrado más usos. Bueno, sí, para enviar señales de socorro a otros barcos con el código morse. Lo he visto en televisión). Si quieres saber si eres lista, haz un test psicotécnico (sí, los inventaron para eso, para entretenernos y para complicar las oposiciones a algunas personas. Bueno, también para saber si una persona que ha matado a sangre fría a tres familiares está bien de la cabeza. Raro, lo sé). Si quieres saber si tienes mala cara. Bueno, eso lo sabes. No necesitas confirmártelo con nada. O mejor no saberlo, quién sabe. Depende del momento.
El caso es que no debemos, no podemos, dejarnos influenciar por lo que los demás dicen de nosotros. Sabemos cómo somos y lo que somos. No necesitamos a nadie que nos lo recuerde de vez en cuando o que nos ataque con eso. Bueno, a excepción del cromosoma "B" (lo sé, no existe. Me lo acabo de inventar). El cromosoma "B" es el cromosoma que nos hace necesitar que nuestro chico nos diga continuamente (cuantas más veces, mejor) que estamos bellas ("B" de bellas, ¿lo entendéis ahora? ¡Ay!). Ese sí que es necesario (yo no podría vivir sin él). ¿A que ahora os mola el cromosoma "B"?
Chicas, chicos, sed felices con lo que sois. Sois especiales tal cual. Si dicen algo bueno de vosotros, aferraros a ese comentario como si fuese el último salvavidas de un naufragio. Si dicen algo malo, bueno, simplemente ignorarlo. Sed felices y conseguid vuestros sueños. Esos, sí que no puede cambiarlos nadie.
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