miércoles, 22 de octubre de 2014

Una cana, un pelo más

 
Tener una cana puede ser un drama (pero un dramón de los gordos) o una alegría. Sí, sí. Como lo oyes (bueno, como lo lees). No hay término medio. Así de paradójica es una cana. Un absurdo. Una ilógica tan lógica que hasta parece coherente. O blanco o negro, pero no gris. Bueno, gris sí, que la cana es gris. ¡Ustedes me entienden!
 
No, no me estoy volviendo loca. Es que, curiosamente, al levantarme esta mañana, me he encontrado un grupo nuevo de canas en mi desordenada cabellera. ¡Y al otro lado de donde encontré el grupo inicial! Mi primer grupo de canas (¡qué cariño se les coge, oye!). Y no es que me importe encontrármelas como quien encuentra champiñones en el campo. ¡Qué va! ¡Al revés! Yo soy de las que pienso: "Mira, qué bien. Unos cuantos pelos menos que se me caen. Por este lado tampoco seré calva". Y me quedo tan ancha.
 
 
Yo soy precisamente de las que prefiere encontrárselas. De las que buscan entre pelo y pelo, deseando encontrarse uno de color níveo o gris. Una cana nueva, un pelo más que vivirá ahí para siempre. ¡Toma!
 
Y es que, si tengo que elegir entre brillar como una pelota de billar o tener el pelo completamente gris, chica, yo prefiero el pelo gris. A lo familia Adams, que está de moda.
 
Y es que ser calva no te da ningún glamour. Y no me refiero a ser calva calva, sin un pelo, que estás monísima con pañuelos y sombreros (bueno, yo no. Que a mí los sombreros no me quedan nada bien. Parezco una contrahecha de mal gusto y hasta doy risa). Me refiero a ser calva a trompicones. Un mechón allí, una calva aquí, otro mechón por allá. ¡Vamos!, como un campo de fútbol después de un partido. Un auténtico queso gruyere, pero en el pelo.
 
 
A las canas hay que darles una nueva perspectiva. Las pobres están muy infravaloradas y, aunque en el fondo nadie quiere perderlas, a primera vista nadie las desea. Una cana da glamour, personalidad, distinción. Una cana está allí donde se la respeta. Una cana es para siempre, inamovible y firme. Una cana otorga carácter. Una cana es divertida; aparece sin avisar. Una cana no se va nunca. Te la quitas y aparece otra vez. Es como tu mejor amiga. ¡Mejor que el perro! Nunca te abandona. Una cana es como un título nobiliario, símbolo de honor y dignidad.
 
Porque, ¿quién quiere quedarse calvo? ¿Quién quiere tener la cabeza como un auténtico jersey de los 70, con parches por todos lados?  ¿Quién no desea canas? ¡Si todo son facilidades! No las quieres, las tiñes. Las quieres, ahí están. Por eso se dice por ahí "pelo canoso no se cae" o "a canas honradas, no hay puertas cerradas". ¡Y qué razón tienen!
 
 

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