domingo, 10 de agosto de 2014

Miedos

 
El miedo no va implícito con la edad, aunque nos hagan creer lo contrario o aunque nos lo hagamos creer a nosotros mismos. ¡Eso es una mentira!, y de las gordas.

 
El miedo nace, crece, se reproduce y nunca, jamás, muere. Pasa de unos a otros como si de una enfermedad se tratase y, aunque te creas inmune, lo padeces. ¡Vaya si lo padeces! Y de qué manera...
 
Y lo peor de todo es que son nuestros propios padres los primeros que nos infectan. Son ellos los que alimentan y "engordan" ese miedo y lo hacen poderoso. Tú sólo... ¡lo dejas crecer! ¡A su aire!
 
 
Por ejemplo. Ya desde pequeños, cuando te mandaban a la cama, te cantaban nanas con letras como "duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá".
 
¿¡Pero cómo me voy a dormir!? Si acabas de decirme que hay un coco por ahí suelto que tiene hambre. Ahora no me duermo ni aunque me lo pidas de rodillas. Y mira debajo de la cama, que seguro que está ahí. Y si no miras debajo de la cama y dentro de los armarios tres o cuatro veces cada cinco minutos, pero cada cinco minutos, yo no me duermo ni de coña.
 
No me extraña que ya desde chiquillos guardáramos navajas, linternas y todo un kit de supervivencia bajo las sábanas. ¡Si nos lo pedíais a gritos! Y como me apagues la luz, yo no respondo, ¿eh? ¡No respondo!
 
 
Claro, y con las sábanas hasta las orejas. Que nos daba igual coger un sarampión. Preferíamos sufrir ese calvario a que nos clavaran cuchillos. Porque sí, señores, las sábanas eran (y son) anti-cuchillos y anti-balas. ¡Qué algodón más bueno! Made in China, ¡oiga! Toda una tecnología a la hora de despistar a los malos.
 
 
O como cuando te decían: "Niño, no hagas muecas con la cara que te vas a quedar tonto". Les mirabas con cara de "¿me estás vacilando?". Aunque, claro, dejabas de hacerlo, por si acaso. Eso sí, de mayor, cuando suspendías, les decías "es por las muecas que hacía de niño, que me he quedado tonto". Y ellos te miraban con cara de querer matarte. Vamos, lo habitual.
 
 
Y es que los padres son unos expertos en meterte miedos infundados en el cuerpo... "Si no comes zanahoria, te vas a quedar ciego". Que pensabas: "Joder, Manolito Gafotas o Betty la fea no han comido zanahorias en toda su vida".
 
 
O frases como "haz lo que te de la gana", y te lo decía con la zapatilla en la mano. Hombre, lo que me de la gana, lo que me de la gana... No creo que me dejes. Y ya estabas "acojonao" todo el día, por si acaso. Porque las tortas en mi casa volaban. ¡Plis! ¡Plas!
 
 
Pero, sin duda, la frase que marcó mi infancia fue: "Cuento hasta tres". Y, claro, luego se extrañaban de que suspendieras matemáticas. ¿Cómo no voy a suspender? ¡Si tenía miedo de que mi profesora me arreara semejante zapatillazo por contar hasta tres! Ni te cuento si tenía que multiplicar, que lo mismo las tortas también llovían, ¡y multiplicadas!.
 
 
Y es que las frases de nuestros padres fueron memorables y han marcado nuestro futuro: "bébete el zumo rápido que se le van las vitaminas" (crecí sin vitaminas, oiga), "no te tragues el chicle que se te va a pegar al estómago" (creo recordar que me tragué más de quince o veinte a lo largo de mi vida. Mi estómago es un loctite en toda regla), "no aceptes caramelos de un extraño" (hay crisis, mamá. Ni los extraños regalan ya caramelos. En todo caso, los piden), "como te caigas, vas a cobrar" (¿no tengo ya bastante con el tortazo que me pego?), "no hagas eso, que te... que te... que te... que te..." (esta frase sí que daba miedo. Aquí todo valía), "te lo digo por tu bien" (o por el tuyo, que no me queda claro), "qué leches ni qué niño muerto" (nunca supe de qué niño me hablaba y me daba miedo averiguarlo),...

 
Son estas frases (y otras) las que han hecho crecer el miedo en nosotros. Ni me sorprendo del efecto que tienen las películas de terror en nosotros. ¡Si es que es normal!

Ahora, eso sí, cuando nosotros tenemos hijos, hacemos lo mismo con ellos. CUENTO SÓLO HASTA TRES.

 

2 comentarios:

  1. Ja, ja, ja, ¡¡muy bueno!! Me ha encantado el post. ¡Qué ciertas las frases! Mi madre también me decía que tenía que tener cuidado con el peso de mi cabeza porque pesaba más de lo que yo creía. Frases de madre. Ah!, y yo aún cierro la puerta de mi habitación... por miedo. Gracias por el rato tan divertido que he pasado. Muy original. Berta.

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