jueves, 14 de agosto de 2014

Refranero caprichoso

 
Yo nunca he sido refranera. Es más, cuando "suelto" alguna perla, suelo inventármela. Eso sí, la defiendo como si fuese cierta. ¡Y no lo hago adrede!
 
A veces, me sacan de mi error. Otras, simplemente, se ríen, me miran y se vuelven a desternillar de risa. A mí me da igual. Ya estoy acostumbrada.
 
 
Hoy me he dado cuenta de que los refranes los puedes aplicar a cualquier cosa de tu día a día. ¡Pero a cualquier cosa!
 
Que te quedas dormida: "el que mucho duerme, poco vive". Que vas a desayunar: "a cena de vino, desayuno de agua". Que tienes que trabajar: "años y trabajo, ponen el pelo blanco". Y así con todo.
 
 
Y, como en mi caso, si no existe ningún refrán que se adapte a tus necesidades, te lo inventas. Y si no quieres, no te acuerdas de ninguno que realmente exista o no sabes muy bien cómo era, dices lo primero que se te pase por la cabeza y listo, que eso siempre funciona. Eso sí, tienes que decirlo seria para que parezcas convincente, que si no, no se lo cree ni el tato.
 
Por ejemplo, como me ha ocurrido hoy, si una clienta te suelta después de estar esperando una hora en la cola: "Nos hemos puesto en la caja de los tontos". Tú le contestas (como he hecho yo para el cuello de mi camisa): "Se está rifando una papeleta..." Y lo dejas caer, para que cada uno piense lo que quiera. ¡Ahí! ¡Arriesgando!
 
 
O, por ejemplo, si ves a uno que se ha tropezado y casi se cae de bruces en el suelo, le sueltas: "Te ha faltado el canto de un diente para darte una buena torta". Y luego, eso sí, se te permite reír. Antes, no, que te suelta el refrán de la rifa y ya puedes echar a correr.
 
O si estás cansada de hombres inmaduros, imperfectos y que no satisfacen tus necesidades, siempre puedes decir con rotundidad: "¡Quiero un hombre con la cabeza en los pies!". Y ale, lo dejas estar. Que la gente rumie lo que has dicho. Que sepan que sabes lo que quieres y no tienes miedo de decirlo.
 
 
Y pensando y pensando he llegado a la conclusión de que, quizás, este sistema aleatorio de inventar refranes y creerlos ciertos sea una enfermedad. Bien se podría llamar "refranostococus", que ya el nombre da miedito. O también podría ser un virus: el virus del refranón, que suena a algo grande y peligroso, como una pitón. Pitón. Pitón. Sólo el nombre te incita a pensar en la muerte. ¡Pitón! Bueno, o en tu vecina del tercero, la "Vero".
 
No sé. Lo único de lo que estoy segura es que mis amigos se lo pasan teta con mis refranes, yo disfruto un montón haciendo feliz a la gente y, de momento, no tengo síntomas secundarios. ¿O tener poco pelo, tres ojos y una oreja en el pompis no es normal? Porque, si es así, debería ir al médico a que me recetaran algo. ¿O no? ¡Qué nos cortan el rollo!
 
 
 ¿Vosotros decís refranes? ¿Os habéis inventado alguno que haya hecho reír a todos?
 
 

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