sábado, 1 de noviembre de 2014

Tatuajes | Tattoos - ¿Quién dijo moda?

 
Hoy en día me parece fundamental tener un porqué para hacer las cosas. Por desgracia, "ser moderno" hoy en día significa actuar por modas, parecer quien realmente no eres o creerte alguien que, evidentemente, tampoco eres. Y esta falta de personalidad, ese "ser moderno", me asusta. Me asusta terriblemente porque es cuando empezamos a tatuarnos, hacernos agujeros por sitios recónditos de nuestro cuerpo o vestir de forma estrafalaria sólo porque "la moda lo marca así".
 
¿Quién dijo moda?
El otro día tuve un día realmente motivador en mi trabajo. Me felicitaron por la labor que hice y hago, me elogiaron por la serenidad con la que afronto las situaciones de estrés y me aplaudieron por mi saber estar, mi organización y mi interés en lo que hacía.
 
Entre la multitud de clientes a los que atendí tuve uno que, particularmente, me llamó la atención. Y no por su vestimenta o algún rasgo físico en particular, sino por la conversación que tuve con él y que os voy a plasmar a continuación.
 
Este señor debía rondar los ochenta años de edad y, a pesar de estar física y psíquicamente en perfectas condiciones, su edad lo delataba en las arrugas que surcaban su rostro, las canas que cubrían su cabeza y esa mirada que, estoy convencida, tienen todas las personas de su misma edad: una mirada cargada de recuerdos que ansían un momento cualquiera para poder ser contados con devoción y orgullo.
 
 
Este caballero, porque era un caballero de la cabeza a los pies, un señor como pocos quedan, esperaba su turno como el resto de clientes. Exhausto como se le veía, me dispuse a ayudarle con su compra con el fin de hacerle una compra más agradable (al menos, el final de ella). La conversación que mantuvimos fue la siguiente:
 
Yo: ¿Le ayudo, caballero?
Señor: Sí, claro. Encantado, señorita.
Yo: Pase por aquí.
 
Una vez todos sus artículos estuvieron debidamente escaneados y guardados en un carro a la espera de ser pagados (trabajo que yo realicé para simplificárselo a él), continúo:
 
Yo: Pues ya está. Sólo tiene que introducir su tarjeta de pago por aquí (y le señalo el datafono) y marcar su número pin.
Señor: ¡Ay, con lo bonita que eres! ¡Y te haces esto! (y me coge dulcemente la muñeca, porque lo hizo con ternura, y acaricia con su pulgar el tatuaje que lleva sellando mi carne desde hace seis años).
Yo: Mi sello (le digo sonriente y orgullosa).
Señor: ¿Por qué te haces esto? ¡Si eres muy bonita!
Yo: ¿Usted nunca ha tenido un recuerdo que no quería olvidar nunca (empecé a decirle), un momento feliz, de paz, un momento inigualable e incomparable con nada? Yo tuve un momento de esos que no quería ni quiero borrar nunca.
 
El señor seguía callado mirándome impertérrito.
 
Yo: No podía hacerle una foto a ese momento, así que me lo tatué en la muñeca.
Señor: ¿Cuánto tiempo lleva esa marca en tu piel?
Yo: Seis años, caballero.
Señor. ¿Y todavía no te has arrepentido?
Yo: No y no creo que lo haga nunca. Para mí, esta marca, este tatuaje, este sello, significa algo. Y ese significado hace que me enorgullezca de él cada vez que lo veo.
Señor: ¡Ay, niña! Podías haberlo hecho de otra forma.
Yo: ¿Cómo? A este tipo de recuerdo no se le podía hacer una foto.
 
Y se fue sonriéndome, agradeciéndome la ayuda prestada.
 
Con esta anécdota no quiero deciros qué tenéis que hacer y qué no. ¡Al contrario! Sólo quiero animaros a que tengáis un porqué para hacer las cosas. Evidentemente, habrá personas que no piensen como tú y seguramente ni lo aprueben, pero si tú estás convencido de lo que haces, de lo que quieres ser y de cómo quieres mostrarte al mundo, ¡adelante! Te animo a ello. No seas una oveja más y marca tu propio camino.
 
 

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