En un mundo medianamente razonable y difícil, sin llegar a ser cruel, tú sueñas con alcanzar tus sueños (o uno solo) y luchas por cumplirlos o hacerlos realidad (al menos, se presupone que lo harás. Luchar por tus sueños, digo).
En mi mundo, recibo una llamada, me ilusiono, hablo, sonrío, comparto, salto, sueño, deseo, rezo, comento, reflexiono, divago, vuelvo a soñar, vuelvo a rezar, vuelvo a reír, vuelvo a compartir... y me estampo contra la pared. Mi sueño a la mierda. Literalmente.
Y no por el sueño en sí (que -en principio- sigue ahí), sino por las divagaciones que se han creado en torno a él.